[Originalmente publicado en Workers Vanguard No. 41, 29 de marzo de 1974. Traducido en Cuadernos Marxistas No. 3.]
El artículo “¡Romero y Van Schouwen no deben morir!” en el último número de Workers Vanguard (no. 40, 15 de marzo de 1974) contenía una formulación concerniente a la presente situación en Chile que podría dar lugar a un malentendido de consecuencias potencialmente serias. Tras dar una lista de un cierto número de factores que debilitan el gobierno de la junta, el segundo párrafo concluía: “La tarea, que es por encima de todo política, de prepararse para una insurrección obrera y campesina está a la orden del día.”
No pretendemos implicar con esto que el régimen militar esté al borde del colapso, ni que la tarea de los revolucionarios sea organizar una insurrección de inmediato. Intentar la resistencia por medio de la guerrilla o de una actividad terrorista aislada en Chile hoy sería pueril. Más bien la tarea inmediata es el rearmamento político de la clase obrera. El punto que hay que subrayar es que la estabilidad de la junta está ya seriamente amenazada, que el movimiento obrero (aún después de haber sufrido una seria derrota) no ha sido destruido completamente en su base, y que las condiciones están ahora maduras para ganar gran número de militantes al programa de la revolución permanente, y empezar a construir un partido trotskista en Chile. Principalmente, éstos provendrán de entre los miembros del MIR y otras organizaciones que permanecieron fuera y en cierto sentido a la izquierda del gobierno de frente popular de Allende.
Para aclarar el punto de vista de la Spartacist League sobre la situación actual en Chile, reproducimos a continuación una parte de las actas de la sesión del Buró Político del 12 de febrero, que refleja previas discusiones:
“Un refuerzo de nuestra posición apareció en un artículo del New York Times del 8 de febrero de 1974, que informaba que los demócratas cristianos se estaban distanciando de la junta; de hecho, el jefe de la junta, el General Pinochet, está ahora visiblemente desligándose de algunas de las acciones de la junta, diciendo que es importante ser ‘firme pero no cruel’. Aprovechamos esta oportunidad para reiterar nuestra posición básica.
“¿Cuál es el carácter de la derrota en Chile y cuáles son las conclusiones para la acción de los revolucionarios? Es por una parte real, contrariamente a la declaración de Angela Davis de que no ha habido una verdadera derrota en Chile (porque, naturalmente, el PC estaba profundamente involucrado en las premisas políticas que condujeron a la derrota). Esa fue su reacción inicial, sin embargo; ya no mantienen esa posición ahora. Por otra parte no es una catástrofe, coma han concluido muchos otros. No es como Alemania, donde triunfó el fascismo y aniquiló por completo a las organizaciones obreras. Esto no fue solamente por medio de los campos de concentración para 100.000 personas, sino que también destruyó las organizaciones obreras durante una generación. O Indonesia [en 1965] donde cientos de miles de militantes campesinos y obreros fueron simplemente asesinados; o el aplastamiento de la Revolución China [en 1927] y las gigantescas matanzas de Chiang Kai-shek. Ni es cualitativamente igual que la prolongada Guerra Civil en España, en la que murieron cerca de un millón de personas y que agotó al proletariado. Esas fueron derrotas después de las cuales el proletariado fue incapaz de levantar cabeza durante más de una generación.
“El carácter de la derrota en Chile, es más bien similar a la que sufrió la clase obrera en el golpe de estado de los fascistas clericales austríacos en 1934, por el que la Social Democracia fue aplastada, por el que murieron un cierto número de personas, donde se instalaron algunos campos de concentración, se bombardearon barrios obreros, etc. — y sin embargo una organización socialista ostensiblemente revolucionaria de carácter centrista de izquierda fue capaz de organizar y dirigir al proletariado, al menos hasta el ‘Anschluss’ [la anexión de Austria por Hitler en 1938] (después del cual el mejor camino para todos los que podían fue huir). En Chile, ha habido varios miles de bajas, pero la clase obrera está intacta, no atomizada, aunque ha sido temporalmente derrotada. La contrarrevolución tiene una de las más débiles bases sociales que se pueda imaginar. Parece no tener ningún apoyo en absoluto fuera de su propio aparato bonapartista, excepto las capas más altas de la burguesía y el cuerpo de oficiales. La Iglesia Católica desde el principio ha permanecido neutral y se ha desligado de la junta. La Democracia Cristiana, el otro partido numeroso del país, ha dado un apoyo dudoso y condicional. Las movilizaciones episódicas de los propietarios de camiones, de la clase media, amas de casa y similares han cesado inmediatamente. El gobierno ha impuesto medidas durísimas y una reducción de salarios; la inflación es severa, etc. Igualmente importante, los estalinistas y los socialdemócratas de izquierdas han sufrido una aplastante derrota política, no por la contrarrevolución, sino en términos de sus propias posiciones programáticas ante la clase obrera. La clase obrera está ahora deprimida y desmoralizada, pero esto es cualitativamente diferente de un completo holocausto totalitario.
“En Chile existe ahora la posibilidad, mejor y más propicia que en cualquier otro momento que podamos recordar en Latinoamérica, de construir un partido bolchevique así como una clara perspectiva, virtualmente linear, para una revolución proletaria. La clase obrera está todavía ahí. Está hirviendo de amargura; está maniatada ahora, pero en unos cuantos meses aparecerán las primeras antenas economistas, tentando la situación — quizá una pequeña huelga al principio. Por eso, como movimiento internacional, debemos recorrer el mundo en busca de emigrados chilenos e inculcarles las lecciones de la derrota chilena, tratando de consolidarles en algún tipo de publicación en la emigración y construir conductos hacia la clase obrera y el movimiento socialista chilenos. Por supuesto esto se debe hacer… sin la idiotez suicida de ‘Empuñad el fusil’ del ‘Secretariado Unificado’. Programa significa saber dónde apuntar el fusil y cuando apretar el gatillo. Debemos comenzar un combate político clandestino contra aquellos que condujeron a las masas a esta derrota, y cristalizar los cuadros bolcheviques que tendrán conexión con las masas. La situación en Chile debe estallar, la junta es un mero dique, y ¿qué sucederá a continuación?
“Esta no es de ninguna manera solamente una cuestión ‘objetiva’. La tarea política urgente y primordial en la izquierda ostensiblemente revolucionaria chilena e internacional es asimilar concretamente las lecciones del frente popular, con o sin la revisionista ‘transición estructural al socialismo’ o la retórica pequeño-burguesa de la guerrilla. Nuestra tendencia internacional tiene la inigualable cualidad de su programa para ayudar en tal perspectiva de reagrupamiento. Objetivamente, se está preparando la escena en Chile para una guerra civil gigantesca, quizá en unos pocos años, ya que el entusiasmo latente y la capacidad del proletariado no han sido agotados. Pero sin la cuidadosa y paciente construcción de un partido bolchevique por medio del trabajo dentro y fuera del país, puede escaparse esta oportunidad momentánea.”