Carta a la Liga Comunista de España
Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 4, mayo de 1977. Carta enviada el 6 de junio de 1975.
En junio de 1975, la tendencia espartaquista internacional (TEI) envió la carta que reproducimos a continuación a la Liga Comunista de España (LCE), Una sección simpatizante del “Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional” (SU). La carta fue enviada a raíz de la invitación cursada (en una reunión en febrero) por un miembro del buró político de la LCE, para iniciar una discusión por escrito de organización a organización. Nunca se recibió una respuesta, y entretanto la política de la LCE ha cambiado considerablemente. De cualquier manera, el documento retiene su valor como una polémica dirigida a sectores de izquierda dentro del SU.
La Liga Comunista se había alineado con la mal nombrada Fracción Leninista-Trotskista (FLT) del SU sobre la base de la fraseología seudoortodoxa que los líderes de esta última -el Socialist Workers Party norteamericano y el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) argentino- habían encontrado útil en sus polémicas con la Tendencia Mayoritaria Internacional (TMI). Los reformistas del SWP y el PST se encontraban profundamente envueltos en el colaboracionismo de clases en sus respectivos países, mientras criticaban abstractamente la capitulación de la TMI al frente popular en el extranjero. Sin embargo, en ese entonces, la LCE no sólo criticaba rigurosamente a los mandelistas franceses por rehusarse a caracterizar a la Unión de la Izquierda como un frente popular, sino también lanzaba un fuerte ataque dirigido a la otra sección simpatizante española del SU -la Liga Comunista Revolucionaria (LCR)-por practicar la política frentepopulista “en casa” donde las presiones para dicha capitulación eran más fuertes.
La LCE no fue el único grupo en la órbita del SU que fue encandilado por la supuesta ortodoxia de la FLT. En la LCR francesa la heterogénea Tendencia 4 incluía partidarios de la FLT -cuya política los colocaba a la derecha de la TMI centrista- y supuestos oponentes de izquierda del liderato encabezado por Krivine. En Portugal, el Partido Revolucionario dos Trabalhadores (PRT)- todavía no afiliado formalmente al SU en ese entonces, pero políticamente cercano a la LCE, se rehusó a dar apoyo político al Movimiento de la Fuerzas Armadas (MFA) bonapartista en tanto que la Liga Comunista Internacionalista (LCI), relacionada con la TMI, apelaba a los “oficiales progresistas” de la MFA.
Así que encontrábamos en ese momento grupos de militantes de varios países europeos activamente en búsqueda del camino al trotskismo auténtico. Oponiéndose al mal disfrazado “nuevo izquierdismo” de la TMI, pero confundidos por la seudoortodoxia de la FLT. (En contraste, en los EE.UU., Canadá y Australia donde la política real de la FLT podía ser observada de cerca, la gran mayoría de los camaradas del SU reclutados por la TEI fueron en algún momento partidarios de la TMI.) Una tarea fundamental en la lucha por ganar dichos elementos para la TEI, por lo tanto, fue el revelar el abismo que separa la política actual del SWP y el PST del auténtico marxismo revolucionario.
Desde la época cuando esta carta fue escrita, la FLT se ha escindido en dos, pasando el PST a formar una tercera tendencia dentro del SU, la Tendencia Bolchevique. Esto origina una ruptura en la LCE española con la pérdida de algunos elementos a la LCR, la separación de un grupo de adictos al PST para formar la Liga Socialista Revolucionaria (LSR) y el resto quedando bajo el control firme del SWP. Aquellos líderes de la LCE que en 1975 se sentían incómodos con la llamada del SWP por tropas federales a Boston (¿llamada por la Guardia Civil a “proteger” los vascos en Bilbao?), o que sentían que el PST estaba yendo demasiado lejos al declarar su lealtad al criminal régimen peronista, se encuentran ahora publicando obras por Linda Jennes sobre el feminismo y arrastrándose a la cola de Mario Soares en Portugal.
Los sucesos en Portugal durante julio y agosto de 1975, y el debate que originaron al interior del SU, representaron un punto clave en el desarrollo dé la LCE. Sus artículos sobre Portugal en 1974 y a comienzos de 1975 enfatizan fuertemente la oposición al frente popular. En Combate no. 23 (julio de 1974), la LCE escribe:
“… esta confrontación entre la política frentepopulista de las direcciones estalinistas y la línea de frente único obrero por la que se han definido siempre los trotskistas trasciende el marco de las elecciones presidenciales francesas y de la formación del Gobierno Provisional en Portugal. Esta es la cuestión estratégica central que hoy tiene planteada en términos bien concretos el movimiento obrero europeo.”
Ya no. Hoy la LCE dice que el problema central en Portugal es “la lucha por la democracia”.
A mediados de 1975, el Partido Socialista (PS) portugués de Mario Soares encabezó una movilización anticomunista en el nombre de la “democracia” (burguesa), llevando a la cola a los pretendidos trotskistas del SWP norteamericano y la OCI francesa. Primero en el asunto República (véase “Fight MFA Suppression of Left Media in Portugal” Workers Vanguard No. 83, 31 de octubre de 1975) el SWP va más allá de la defensa de la libertad de prensa y procede a apoyar políticamente a Soares contra los trabajadores de la imprenta que habían tomado la planta del periódico pro-PS. Posteriormente, cuando Soares lanza el ataque contra el gobierno Gonçalves atacándolo por tolerar el “anarco populismo”, exigiendo el desarme de las milicias obreras y la destrucción de los órganos embrionarios del poder dual, justificando las acciones de las turbas reaccionarias envueltas en el incendio de los locales del Partido Comunista, el SWP declara que “El Partido Socialista se ha convertido cada vez más claramente en el núcleo directriz para las fuerzas en el movimiento obrero que se rehúsan a someterse a los estalinistas.”
En agosto de ese año, mientras las llamas envolvían las oficinas del PC en todo el norte portugués, la comisión coordinadora de la FLT se reunió a discutir el borrador de un documento preparado por la dirección del SWP sobre “Los problemas claves de la revolución portuguesa”. El gurú teórico del PST, Nahuel Moreno, había escrito al dirigente del SWP, Joseph Hansen, manifestándole una serie de puntos en el análisis de Portugal hecho por éste último con los cuales estaba en desacuerdo. Hansen responde (carta del 9 de agosto de 1975): “Me parece que el eje principal del curso político trotskista [en Portugal] debe ser la defensa de las conquistas democráticas” ([SWP]International Internal Discussion Bulletin. enero de 1976).
En las discusiones de la comisión coordinadora de la FLT no fueron los delegados del PST los críticos más fuertes del borrador del documento, sino la LCE. Una declaración del buró político de la LCE (“Concerning the Draft Resolution on Portugal”) criticaba el borrador por no caracterizar el gobierno como un frente popular y anotaba la caracterización parcial del Partido Socialista: “… no hay un análisis claro y confirmación de la naturaleza contrarrevolucionaria de su línea política.”
La crítica de la LCE concluía:
“No podemos limitarnos a centrar el programa en la defensa de los derechos democráticos, aun cuando en una situación concreta ella pudiera ser el eje
“Por otro lado, debemos enfatizar la necesidad de un programa concreto para desarrollar, transformar y consolidar los comités y comisiones [obreras], el cual es una de las tareas centrales para el avance de la independencia de clase del movimiento de masas.
“Finalmente, es necesario indicar claramente el papel central que tiene una consigna gubernamental como expresión de la independencia de clase y la necesidad de romper con la burguesía….” *
En lugar de luchar por el esclarecimiento de estas diferencias, sin embargo, los delegados del PST y de la LCE votaron a favor del borrador del SWP con entendimiento de que la versión final sería corregida a la luz de sus críticas. No sucedió nada por el estilo. La versión corregida por el SWP fue publicada con el eje de “derechos democráticos” intacto y la apologética por Soares sin modificación. La FLT convirtió en el foco de su programa la defensa de la democracia (burguesa) en el mismo momento en que Soares (con el apoyo financiero de la CIA) encabezaba una ofensiva contra las comisiones obreras y los comités de soldados, ¡acusándoles de perturbar “el orden democrático”!
El PST de Moreno rompió con el SWP a raíz de ese documento, aun cuando tuvo enormes problemas para explicar su apoyo a posiciones similares anteriores de la FLT (no trató ni siquiera de acomodar su recién encontrada verborrea izquierdizante con sus propias declaraciones vergonzosas de apoyo al “proceso institucional” en Argentina contra las guerrillas de izquierda). Pero la LCE capituló miserablemente. La declaración de la Tendencia Bolchevique lo documenta:
“Las posiciones del SWP en Portugal fueron resistidas desde el principio por un 90 por ciento de la fracción. La cual al criticar el borrador de Problemas claves exigió que el problema de los órganos del poder fuera planteado. La oposición más clara y nítida vino de la dirección de la LCE española… Por razones que ignoramos, la dirección española de la LCE capituló completamente y aceptó la segunda versión de Problemas claves… que dice prácticamente lo mismo que la primera. Esto provocó una crisis en la fracción en España”. *
— [SWP] International Internal Discussion Bulletin, enero de 1977
Este lamentable giro derechista de la dirección de la LCE sobre Portugal se manifestó muy pronto en sus posiciones políticas en asuntos domésticos, en los cuales recurrió al arsenal reformista del SWP. Previamente, había sido la LCR la qué más descaradamente se entregó al nacionalismo pequeño burgués en España, a fin de unirse con el grupo nacionalista vasco ETA-VI. Ahora la LCE pide asambleas constituyentes separadas para Cataluña, las provincias vascas, Galicia, etc. Mas su desviación a la derecha ha sido expresada con mayor claridad en el movimiento sindical español. A la cola de Soares en Portugal, era muy lógico que la LCE se arrastrara tras el líder socialdemócrata Felipe González en España.
Anteriormente la LCE había insistido en el sometimiento incondicional a la disciplina de las comisiones obreras (CC.OO.) dominadas por los estalinistas, criticando fuertemente a la LCR por tratar de salir del marco de las CC.OO. en el punto álgido del movimiento huelguista en Pamplona en 1973. (Se critica el concepto de “frente único estratégico” de la LCE en la carta a continuación.) Pero a finales de 1976 la LCE cambia su posición, abandonando súbitamente las CC.OO., acusándolas de supresión de los derechos democráticos por el Partido Comunista (que fue siempre el caso en las CC.OO.) y uniéndose a la federación sindical social-democrática, la UGT. Pero al hacerlo permanecieron consecuentes con sus concepciones seguidistas de “unidad estratégica” con los líderes reformistas, como lo indica la siguiente declaración elaborada por los sindicalistas alineados con la LCE, al unirse a la UGT:
“Aceptamos los estatutos y las decisiones del Congreso de la UGT y no vamos a luchar por destruirla, sino a fortalecerla y a ser un sector de su izquierda que luche por la unidad y la sociedad socialista.”
— Cambio 16, 18 de octubre de 1976
Debido al poco material con el que contamos, no podemos presentar aquí una crítica global de la política actual de la LCE en España. Pero con su lamentable capitulación ante Soares y la adopción de la política social democrática del SWP in toto, cualquier impulso subjetivamente revolucionario que haya quedado entre sus militantes sólo puede terminar en la frustración. Una política revolucionaria en España hoy requiere el abierto repudio al y la lucha contra el declarado revisionismo antitrotskista de la LCE.
*Todas las citas seguidas de un asterisco han sido traducidas de una transcripción en inglés y pueden no coincidir con el original.
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Estimados compañeros,
Aceptamos con mucho agrado la invitación del compañero M. para iniciar una correspondencia entre la tendencia espartaquista internacional y la Liga Comunista de España. Tenemos que destacar, sin embargo, que ignoramos vuestras posiciones políticas sobre temas importantes. Así que un propósito principal de la presente carta es determinar si existe una base para discusiones entre nuestras dos organizaciones.
Queremos dejar sentado desde el comienzo las razones por las que tomamos en serio esta oportunidad. La LCE nos parece uno de los grupos subjetivamente más serios y más a la izquierda dentro del pantano que se autodenomina “Secretariado Unificado” (SU). Al contrario de los radicales pequeñoburgueses de la Tendencia Mayoritaria Internacional (TMI), vuestra organización parece ser atraída por la pretendida (en realidad fraudulenta) ortodoxia marxista de la mal llamada “Fracción Leninista Trotskista” (FLT).
Pero un comunista no puede sentir sino un desprecio total por vuestros socios en bloque, los reformistas consumados del Socialist Workers Party (SWP) norteamericano y el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) argentino. El SWP y el PST son enemigos jurados de la revolución proletaria: detrás de las citas de Lenin y Trotsky que utilizan para refutar al guerrillerismo de la TMI se esconde un temor cobarde de molestar a sus propias burguesías.
Percibimos, sin embargo, una diferencia importante entre la LCE y el SWP/PST. Estos últimos son simplemente unos cínicos mentirosos que condenan la política frentepopulista de la TMI, mientras que practican una colaboración de clases aún más desvergonzada en su terreno nacional. En contraste, la Liga Comunista ha denunciado la política de frente popular no solamente cuando ha sido perpetrada por enemigos fraccionales en otros países, sino también en su propio país.
Aunque no menospreciamos esta distinción importante, también tomamos en serio el hecho de que la LCE es una organización simpatizante del “Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional”, que no es unificado ni tampoco es la Cuarta Internacional; y de que pertenece a la “Fracción Leninista-Trotskista”, que por supuesto no es leninista ni trotskista, ni siquiera una fracción. De este modo, la Liga Comunista se presenta frente al proletariado español como adherente de una falsa “Internacional” con otro afiliado local, la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), que es incapaz de trazar una línea de clase contra el frentepopulismo e incluso podría entrar en cualquier momento en el frente popular de la Asamblea de Cataluña. También debéis asumir la responsabilidad de las traiciones repugnantes de los principios socialistas por parte del SWP y del PST.
Tomando solamente dos ejemplos escandalosos de los últimos años, vosotros ciertamente conocéis las declaraciones del PST que efectivamente dan un “apoyo crítico” al régimen asesino de Perón en Argentina, y la llamada del SWP al envío de tropas federales a Boston. Ignoramos cualquier declaración de la LCE contra estas traicioneras expresiones de confianza en el estado capitalista emitidas por los dirigentes de la FLT. Sería absurdo esperar un desarrollo serio de discusiones entre nuestras dos organizaciones en ausencia de una condena por parte de la Liga Comunista de la llamada del SWP por tropas federales y del apoyo dado por el PST a la “continuidad” del gobierno argentino. Es obvio que para cualquier revolucionario serio, tal condena supondría romper con la política de la FLT.
No se puede realizar una tal ruptura al cambiar solamente unas pocas palabras. Se precisa una investigación seria de la verdadera política del SWP y del PST, y una evaluación franca de las causas de los errores de la LCE. Sabemos que en el pasado los dirigentes de la LCE han tratado de revisar seriamente algunas de sus posiciones previas. Cuando un representante de la TMI trató de cambiar la antigua política ultraizquierdista de la LCR frente a las comisiones obreras, la tendencia Encrucijada insistió en la necesidad de una discusión acerca de las fuentes de esta política. ¿Mostraríais la misma determinación ahora? Frente a los cientos de militantes de izquierda detenidos y asesinados por el gobierno cuya “continuidad” es apoyada por Coral y Cía., ¡“criticar” algunas “formulaciones” del PST no es suficiente!
¿Cómo se explica la misma adherencia de la Liga Comunista a la FLT? Actualmente no disponemos de la información necesaria para contestar esta pregunta. Pero, en caso de que vosotros hayáis aceptado como fidedignas las ocasionales palabras seudoortodoxas que aparecen en los documentos fraccionales de Joe Hansen, y que posiblemente no estéis familiarizados con la práctica del SWP y del PST, uno de los fines de la presente es demostrar la fraudulencia total de las pretensiones al trotskismo de estos charlatanes y exponer el origen de esta política oportunista: el pablismo. (También se discutirá el concepto que tiene la LCE del frente único “estratégico”.)
Un social demócrata y un camaleón
Las declaraciones del PST durante los últimos 15 meses han sido tan descaradamente colaboracionistas de clases que sólo un ciego podría ignorar el abismo que separa a estos socialdemócratas reformistas del trotskismo revolucionario. En una declaración común con el PC y seis partidos burgueses presentada al Gral. Perón el 21 de marzo de 1974, el PST prometió apoyar al “proceso institucional” y condenó a todos (es decir, a los comunistas) los que desean cambiarlo. Esta declaración apoya de una manera sumamente clara “la ley y el orden” capitalistas, aliándose, por lo menos implícitamente, con el gobierno y los partidos burgueses liberales contra los guerrilleros de izquierda, como el Ejército Revolucionario del Pueblo / Partido Revolucionario de los Trabajadores (ERP/PRT).
Esta consecuencia se manifiesta claramente en la declaración del dirigente del PST Juan Carlos Coral en una reunión “multisectorial” con la presidente Isabel Perón el 8 de octubre de 1974, en donde aquel falso socialista declaró que los guerrilleros eran la “réplica” de los escuadrones de muerte derechistas (la AAA). La exposición de Coral incluyó una frase que sólo puede interpretarse como una declaración de apoyo político al régimen peronista: “El socialismo de los trabajadores… luchará por la continuidad de este gobierno…” dijo el representante del PST “trotskista” (Avanzada Socialista, 10 y 15 de octubre de 1974).
Estas declaraciones de claudicación ante el gobierno peronista no tienen nada de nuevo. El “teórico” del PST, Nahuel Moreno, ha desarrollado la misma política desde hace décadas, y con la tolerancia del Secretariado Unificado durante una docena de años. Estos hechos no son secretos, y los hemos discutido en un artículo (“Argentina: La lucha contra el peronismo”, Workers Vanguard no. 24, 6 de julio de 1973) que enviamos junto a la presente. Es suficiente anotar que en los últimos años de la década del 50 y al principio del 60, Moreno publicaba una revista, Palabra Obrera, que se titulaba “órgano del peronismo obrero revolucionario” y reclamó ser emitida “bajo la disciplina del Gral. Perón y del Consejo Supremo Peronista”. Más recientemente, Coral/Moreno ofrecieron votar por los peronistas si el 80 por ciento de los candidatos justicialistas eran obreros (Avanzada Socialista, 22 de noviembre de 1972), y aseguraron al presidente Héctor Cámpora que él podría “contar con nuestra solidaridad proletaria” (Avanzada Socialista, 30 de mayo-6 de junio de 1973).
Si hoy día el PST claudica frente al gobierno peronista, no se puede echar la culpa a formulaciones equivocadas o a un supuesto cambio reciente. Ni son estas traiciones la responsabilidad solamente de Coral (que no es más que el socialdemócrata que siempre ha sido) y de Moreno (un camaleón político que simplemente juega su rol acostumbrado). La lucha por el principio marxista de la independencia de la clase obrera requiere romper con Hansen y Mandel, que desde años a tras han proveído un disfraz de izquierda para las maquinaciones de Moreno.
Por ejemplo: actualmente Moreno y Hansen atacan ferozmente al guevarismo de la TMI, pero durante los primeros años de la década del 60 ellos apoyaron plenamente la guerrilla campesina, por lo menos en sus documentos. En esa época Moreno era el más guerrillerista de todos. “La historia… ha dado un mentis a la teoría de que el proletariado, en los países atrasados, es la dirección revolucionaria”, escribió en 1961, de esta manera tirando a la basura el Programa de Transición y la teoría de la revolución permanente. Agregó que es necesario “sintetizar la teoría y el programa general correcto (trotskista) con la teoría y el programa particular correcto (maotsetunista o castrista)” (N. Moreno, La revolución latinoamericana).
Si un ala del Partido Revolucionario de los Trabajadores -sección argentina del Secretariado Unificado, fundado y “formado” por Moreno- subsiguientemente emprendió la guerrilla urbana y rural, saludando a “nuestro comandante principal, el Che Guevara” y recibiendo con alegría “las contribuciones que Trotsky, Kim Il Sung, Mao Tse-tun, Ho Chi Minh y el General Giap han hecho para la revolución” (Roberto Santucho, citado en el Intercontinental Press del 27 de noviembre de 1972), no se debe buscar la causa en la resolución sobre América Latina del “noveno congreso mundial”. Hansen y Moreno comparten la responsabilidad igualmente con Mandel, salvo que se muestran un poco más “cuidadosos” en la aplicación de sus palabras.
¿Queréis investigar los orígenes del guerrillerismo pequeñoburgués en el Secretariado Unificado? Entonces tenéis que rechazar el documento de fundación del Secretariado Unificado, “Hacia la pronta reunificación del movimiento trotskista mundial” (escrito por la mayoría del SWP en marzo de 1963), donde se declaró que “la guerra de guerrillas conducida por los campesinos sin tierra y las fuerzas semiproletarias, bajo una dirección que llega a comprometerse a conducir la revolución hasta su conclusión, puede jugar un rol decisivo en la destrucción de los soportes y la precipitación de la caída de un poder colonial y semicolonial.” La Tendencia Revolucionaria del SWP, el precursor de la Spartacist League/U.S., replicó: “… la guerra de guerrillas basada en los campesinos bajo una dirección pequeñoburguesa no puede llevar más allá de un régimen burocrático antiobrero…. La revolución puede tener un signo inequívocamente progresista sólo bajo una tal [marxista] dirección del proletariado revolucionario” (“Hacia el renacimiento de la Cuarta Internacional”, junio de 1963). ¡La oposición de Hansen al guerrillerismo es falsa!
No una Internacional sino un pacto de no-agresión
La fundación misma del Secretariado Unificado se basó en el rechazo de la teoría de la revolución permanente y del papel indispensable de la dirección de la clase obrera bajo su partido trotskista de vanguardia. Los patriarcas del antiguo Secretariado Internacional (Ernest Mandel, Livio Maitan, Pierre Frank) simplemente continuaron el liquidacionismo pablista que habían sostenido desde el comienzo de la década del 50. Del “entrismo profundo” de Pablo en los partidos estalinistas a los aplausos del SU para Castro, estos capituladores profesionales han disculpado a un dirigente vendido tras otro.
En los años 50, el SWP se opuso al programa pablista de liquidarse en los partidos reformistas, aunque fuese después de bastante vacilación. Pero después de los estragos del macartismo contra la izquierda norteamericana, el partido sucumbió ante las presiones del aislamiento. Cuando llegó la revolución cubana, Hansen declaró que el nuevo régimen era un estado obrero sano (¡“aunque faltando las formas de la democracia obrera”!), esperando de tal manera envolverse en su popularidad. Sólo la Tendencia Revolucionaria sostuvo que Cuba era un estado obrero cualitativamente deformado, que se necesitaba un partido trotskista independiente para dirigir una revolución política derrocando a la burocracia estalinista y estableciendo el domino de la democracia proletaria basada en órganos soviéticos.
La crisis dentro del Secretariado Unificado, que ya sobrepasa seis años de duración, es un resultado directo de su política pablista. No solamente no había una “vuelta” en el noveno congreso (salvo al pretender aplicar lo que antes fue un guerrillerismo exclusivamente verbal); si es que los “marxistas inconscientes” (referencia a Castro por el “ortodoxo” Joe Hansen) pueden reemplazar a los trotskistas, y si los “instrumentos embotados” (bandas guerrilleras campesinas) pueden llevar a cabo las tareas del partido leninista, ¿entonces por qué no deben incluirse dentro de la misma “Internacional” todo tipo de elementos socialdemócratas, semimaoistas y guevaristas?
Tal bloque podrido, un conglomerado federado de fuerzas extremadamente dispares, es orgánicamente incapaz de lograr la claridad marxista o la acción revolucionaria coherente, como ha sido ampliamente demostrado por el SU. Por ejemplo, ¿cuál es la posición del Secretariado “Unificado” sobre Chile? El SWP dice que la Unidad Popular allendista fue un frente popular, pero la TMI y el PST lo niegan. ¿Indochina? La TMI considera que los estalinistas vietnamitas son revolucionarios que acaban de lograr “la primera revolución permanente victoriosa” desde la de Cuba, mientras el SWP se negó a tomar partido en la guerra de clases en Indochina, ¡y actualmente sostiene que Vietnam del Sur sigue siendo capitalista!
¿Cuál es su apreciación del Movimiento de las Fuerzas Armadas portugués, de la Unión de la Izquierda francesa, de la “Revolución Cultural” china, de la guerra de guerrillas, del terrorismo individual? No hay posición común del SU sobre ninguna de estas cuestiones vitales; es más, consecuente con su concepción menchevique del centralismo democrático, posiciones contrarias son publicadas en la prensa de las secciones respectivas. No sorprende, entonces, que en todas partes donde existe un número significativo de partidarios de la FLT y de la TMI en el mismo país, han ocurrido escisiones y/o surgieron organizaciones distintas (Argentina, Australia, Canadá, España, México, Perú, Portugal y los Estados Unidos).
En el momento de la fundación del SU en 1963, su carácter sin principios de pacto de no-agresión fue demostrado cuando se ocultaron importantes diferencias sobre la escisión de 1953, China y otras cuestiones. Otro elemento de esta falsa “reunificación” fue un acuerdo tácito de los componentes de no denunciar sus respectivas traiciones para mantener la “unidad”. En una reciente polémica fraccional pública contra la mayoría del SU, el PST señaló bien este punto. ¿Por qué, dice, es que Mandel ataca al PST por emitir declaraciones conjuntas con políticos burgueses mientras guarda silencio sobre la coalición “antiguerra” del SWP con prominentes liberales del Partido Demócrata?
“Queremos recordarles [a la dirección de la TMI] que en los momentos álgidos del movimiento contra la guerra en los Estados Unidos, varias figuras pequeñoburguesas y aún burguesas buscaban compartir la plataforma en las manifestaciones gigantescas que ocurrieran en ese entonces. Los trotskistas en los Estados Unidos no se opusieron a esto. En realidad lo favorecieron.
“¡Pero como gritaban los ultraizquierdistas! Ellos consideraran esto como prueba positiva de que el Socialist Workers Party había formado un ‘bloque político interclasista’ con el ala liberal del Partido Demócrata, practicando así la ‘política’ socialdemócrata de colaboración de clases. Esta es una de las ‘pruebas’ principales, que todavía lanzan contra el SWP los ultraizquierdistas en los Estados Unidos (y en otras partes) para sostener la acusación de que el SWP ha ‘degenerado’, que se ha vuelto ‘reformista’, y que ha ‘traicionado’ la clase obrera.”
— Intercontinental Press, 20 de enero de 1975
Claro que los “ultraizquierdistas” que han denunciado la colaboración de clases del SWP en las coaliciones contra la guerra fueron la Spartacist League; y los dirigentes del PST captan un punto importante al demostrar la inconsecuencia de la TMI. Pero Mandel entiende bien que acusar al SWP de colaboración de clases en su trabajo principal de media década, implica escindir irrevocablemente el SU y destruir sus pretensiones de ser la Cuarta Internacional.
Colaboración de clases y el movimiento contra la guerra
La política del Socialist Workers Party en el movimiento contra la guerra durante los últimos años de la década del 60 es, de hecho, un ejemplo clásico de su política reformista. La construcción de coaliciones sobre un solo punto (“single-issue”) contra la guerra en Vietnam dominó la actividad del SWP de 1965 a 1971 y reclutó la mayoría de sus miembros actuales. Fue en esta escuela de colaboración de clases que ellos fueron formados, y os podemos asegurar que aún entre los reformistas maoístas y los estalinistas pro-Moscú el SWP era notorio como el elemento “socialista” más derechista del movimiento contra la guerra. Los maoístas llamaron por la victoria del FLN (Frente de Liberación Nacional sudvietnamita), por lo menos hasta los acuerdos de “paz” en 1973, pero el SWP se negó consecuentemente a apoyar un lado en la guerra de clases en Indochina, alegando que la cuestión era solamente la de auto-determinación. El mismo Partido Comunista (PC) de los EE.UU. pudo aparecer a la izquierda del SWP al tratar de construir coaliciones sobre varios puntos, de las cuales la más notable fue la “Coalición Popular por la Paz y la Justicia” [PCPJ). El SWP atacaba al PCPJ por un supuesto “sectarismo” porque, dijo, podría asustar a potenciales adversarios de la guerra que no estaban de acuerdo sobre otros puntos.
La ausencia de la “estrategia” del SWP contra la guerra se expresó en un artículo del Militant (22 de noviembre de 1965) que reclamó “evitar diferencias sectarias para unificar y ayudar en la construcción de una organización nacional que podría englobar a cualquiera que esté dispuesto a oponerse a la injerencia de los EE.UU. en Vietnam, no importa su compromiso, o falta de esto, sobre otras cuestiones.” Lo que buscaban Hansen y Cía. era una organización con grupos burgueses y políticos capitalistas liberales que se pronunciaban contra la guerra aunque -y esto no sorprende- les “faltaba compromiso” para librar una lucha de la clase obrera en contra de la guerra.
Esta política no se limitó a lo escrito, como apetito oportunista sin realización. Ya en el otoño de 1965 el SWP funcionó como corredor para consolidar el “Fifth Avenue Peace Parade Committee” bajo la sola reivindicación “¡Alto a la guerra ya!” y una llamada por la retirada de “todas la tropas extranjeras” de Vietnam del Sur. Esto no solamente aprobaba la posición del gobierno norteamericano condenando “la agresión norvietnamita”, sino que también evitó la obligación fundamental de la solidaridad proletaria, es decir reclamar la victoria de la revolución vietnamita.
Una formación similar de colaboración de clases era la “National Peace Action Coalition” (NPAC) organizada por el SWP a fines de la década del 60. Lejos de ser un bloque “ad hoc” para organizar una manifestación, la NPAC era una organización estructurada con una línea política distinta y una junta directiva que incluía al senador del Partido Demócrata, Vance Hartke. Pero aún antes de la participación de Hartke, el carácter frentepopulista de la NPAC fue demostrado por su negativa a reivindicar más que la sola consigna “¡Fuera ya!” y su estrategia de centrar las manifestaciones sobre la participación de políticos burgueses (Hartke, el alcalde John Lindsay de Nueva York, los senadores George McGovern y Eugene McCarthy, etc.). No fue accidental que cada año en qué hubo elecciones parlamentarias y presidenciales (1966, 1968, 1970, 1972), cuando los liberales del Partido Demócrata desarrollaron sus candidaturas, el movimiento “independiente” de masas contra la guerra simplemente desapareció. La negativa del SWP a reivindicar la solidaridad con la revolución indochina aseguró que la NPAC se desharía en el momento en que la retirada de las tropas norteamericanas comenzase a gran escala.
En contraste, la Spartacist League luchó contra la guerra imperialista de los EE.UU. sobre una base de clase. Nuestras consignas incluyeron “Ningún orador burgués en las manifestaciones contra la guerra”, “Huelgas laborales políticas contra la guerra”, “Romper con los Demócratas y los Republicanos-Formar un partido obrero”, “Aplastemos el imperialismo-Ninguna confianza en los ‘líderes’ traidores, aquí y en el extranjero”. Una reivindicación que sin falta llenó de ira al servicio de orden del SWP en las manifestaciones fue “Toda Indochina debe ser comunista.”
Nuestra política fue completamente consecuente con el programa leninista, es decir que no se puede luchar contra la guerra imperialista sino con la lucha de clases revolucionaria. Comentando la conferencia de Zimmerwald, Lenin se refirió a “la idea fundamental de nuestra revolución, que la lucha por la paz sin una lucha revolucionaria no es nada más que ‘una frase vacía y falsa, que la única manera de poner un fin a los horrores de la guerra es a través de una lucha revolucionaria por el socialismo” (“El primer paso”, octubre de 1915). Pero se buscará en vano en los extensos artículos del SWP sobre la guerra de Vietnam y en las numerosas manifestaciones y reuniones de NPAC para encontrar la más mínima referencia a la lucha revolucionaria de clases.
Existe aquí un paralelo importante con las coaliciones contra la guerra animadas por el PC de los EE.UU. en los años 30. En un folleto publicado por el SWP, “El frente popular: La nueva traición”, James Burnham escribió en 1937:
“Lo que es más importante es la aplicación de la política del frente popular al ‘trabajo contra la guerra’, A través de un sinnúmero de organizaciones Pacifistas, y especialmente a través de la ‘Liga Norteamericana Contra la Guerra y el Fascismo’ que controlan directamente, los estalinistas aspiran crear ‘un frente popular amplio, sin distinción de clases de todos los que se oponen a la guerra’. El carácter colaboracionista de clases de la política del frente popular se revela notablemente en la actitud estalinista dentro de estas organizaciones. Ellos excluyen desde el principio al análisis marxista de que la guerra es un resultado necesario de los conflictos internos del capitalismo, y que por lo tanto, sólo puede ser verdaderamente combatida por la lucha revolucionaria de clases contra el orden capitalista: al contrario, ellos mantienen que todos, de cualquier grupo o clase social, sean o no sean adversarios del capitalismo, pueden ‘unirse’ para evitar la guerra.”
Esta es una descripción cabal de la acción del SWP dentro de la NPAC.
La expresión más dramática del carácter frentepopulista de la NPAC ocurrió en su conferencia de 1971 en Nueva York. Asistieron a la reunión el senador Hartke y Victor Reuther, uno de los vicepresidentes del United Auto Workers (sindicato de los obreros del auto) que participó en “la transferencia de dineros de la CIA a dirigentes sindicales anticomunistas en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Una moción de la Spartacist League demandó que políticos burgueses como Hartke fueran excluidos de la conferencia; el presidente de la reunión, militante del SWP, rehusó permitir la votación sobre esta resolución. Más tarde, cuando Hartke y Reuther tomaron la palabra, fueron molestados verbalmente por los adherentes de la Spartacist League y del grupo Progressive Labor (PL). El SWP respondió movilizando al servicio de orden para atacar a los que protestaban, hiriendo a varios viciosamente. Al día siguiente los adherentes de la SL y de PI fueron excluidos de la conferencia (véase “SWP concretiza su alianza con la burguesía”, Workers Action no. 10. septiembre de 1971). ¡Unión con los patronos, exclusión de los comunistas! — esa fue la política “independiente” del SWP contra la guerra.
Estos falsos trotskistas reclamaron y formaron organizaciones para englobar “a cualquiera que esté dispuesto a oponerse a la injerencia de los EE.UU. en Vietnam, no importa su compromiso… en otras cuestiones.” Nosotros os preguntamos: ¿cómo clasifica la LCE a una organización compuesta de todos, no importa su pertenencia de clase, los que se oponen a la dictadura franquista? Y qué diría de los que animan tal coalición? Vuestra respuesta en España es clara: calificáis a la Asamblea de Cataluña un frente popular (o el embrión de un frente popular) y condenáis la colaboración de clases de los estalinistas que la construyen. ¿Qué decís sobre los EE.UU.?
¿Tropas federales o defensa laboral/negra?
Podríamos discutir extensamente la práctica antimarxista del SWP en cada área de su trabajo: su sectoralismo (partidos distintos para los negros, los chicanos: sus llamadas a la “autodeterminación” para todos, entre ellos los indios norteamericanos, los homosexuales, las mujeres, etc.); su apoyo a la burocracia laboral contra los militantes de base “perturbadores”; sus bloques con feministas burguesas en el movimiento para la liberación de las mujeres (y consecuentemente su negativa a reivindicar el aborto gratis); el apoyo abierto a rompehuelgas (la huelga de maestros de 1968 en Nueva York): sus reivindicaciones de “control comunal” (¡incluso de la policía!); su cretinismo electoral sin límites, etc.
Durante los últimos meses el SWP ha declarado cada vez más abiertamente sus ambiciones socialdemocráticas. En diciembre de 1974, para convencer a un juez liberal que no era necesaria una vigilancia del FBI sobre su grupo juvenil, la YSA, una declaración oficial del SWP al tribunal renunció categóricamente a “la violencia o cualquier actividad ilegal”. Poco después, el SWP lanzó su “campaña presidencial 1976” con un “Bill of Rights del pueblo trabajador”, ¡un truco reformista que equivale a reivindicar la extinción del capitalismo a través de enmiendas constitucionales!
Más tarde en una entrevista con el New York Times (21 de abril de 1975) el candidato presidencial del SWP, Peter Camejo, reclamó “reducir el presupuesto de guerra” (es decir, no eliminarlo), “terminar las actividades ilegales de la CIA y el hostigamiento por el FBI” (es decir, no tocar las actividades legales de estas policías anticomunistas especiales) y “oposición a la política exterior actual, que caracterizamos como imperialista”, propagando de este modo la ilusión reformista de que el imperialismo podría ser eliminado al elegir hombres de estado “pro paz”! Ni una sola de las cinco consignas mencionadas por Camejo incluye algo que no haya sido planteado por congresistas liberales de la izquierda del Partido Demócrata.
Pero en el último año, la lucha entre el programa marxista de la independencia de clase y el colaboracionismo de clases ha culminado en una cuestión muy específica: la llamada del SWP por “tropas federales a Boston”. Durante el curso de una movilización reaccionaria contra la integración racial por medio del transporte escolar (“busing”) decretado por los jueces, han ocurrido una serie de ataques viciosos de canallas racistas contra los escolares y los habitantes negros de los barrios de viviendas estatales en Boston. Y como reformista que es, ¡el SWP apela a las fuerzas armadas del estado capitalista -los verdugos de Indochina- para proteger a los negros!
Los revolucionarios debemos aconsejar a las masas trabajadoras que no confíen en el estado capitalista, demostrando que el estado defiende los intereses de la clase dominante capitalista y no los intereses de los explotados y los oprimidos. Es perfectamente correcto reivindicar la aplicación de una ley a favor dejos derechos democráticos (y es un hecho que la Spartacist League fue entre los primeros en llamar por la implementación del plan de “busing” decidido por los tribunales federales); pero pedir la intervención de las tropas federales expresa confianza en que éstos defenderían los intereses de los negros oprimidos. Al contrario de lo que dice el SWP, los marxistas debemos advertir a las masas trabajadoras que no pueden contar sino con sus propias fuerzas, y advertimos que si las tropas federales intervienen en Boston, será para aplastar todo intento de autodefensa de la población negra.
En Boston la Spartacist League reclamó la formación de destacamentos de defensa integrados por obreros blancos y negros (“una defensa laboral/negra”), para las escuelas, los escolares y las comunidades negras puestas en peligro por los merodeadores racistas. Esta política leninista llegó a la atención internacional con fotografías aparecidas en varios periódicos burgueses de nuestras pancartas y banderolas en las manifestaciones de Boston. También ha atraído el apoyo de varios militantes negros. El SWP respondió denunciando nuestra llamada por una defensa laboral/negra, alegando que era “ultraizquierdista”. “La reivindicación de destacamentos de defensa sindical no es realista en este momento,” dice Camejo en el Militant (1 de noviembre de 1974), “… esa consigna de destacamentos de defensa sindical es sacada del aire. No es una propuesta seria.”
Para sus lectores en el extranjero, Hansen ha embellecido la política del SWP durante la crisis de “busing” en Boston. En un largo artículo en Intercontinental Press (25 de noviembre de 1974) incluso clasificaba como “posición recomendable” la reivindicación de la SL por una defensa laboral/negra. Esto es solamente una pantalla para los que no están informados. El SWP nunca propugnó una tal consigna en Boston (o en cualquier otro lugar) durante el año pasado. Al contrario, durante la manifestación del 14 de diciembre de 1974 en Boston cuando los manifestantes de la SL gritaban “¡No a las tropas federales-Defensa laboral/negra!” el SWP, tratando de sofocar nuestras consignas, contestó con “¡Tropas federales a Boston!”
Una división aguda se presenta sobre la cuestión de tropas federales a Boston: los reformistas -el SWP y el PC- junto con los políticos negros del Partido Demócrata y el alcalde liberal Demócrata de Boston, reivindican la intervención de las fuerzas militares del estado capitalista; la Spartacist League exige la acción independiente de la clase obrera, es decir una defensa laboral/negra. Es la obligación internacionalista de todas las fuerzas que se autodenominan revolucionarias expresarse sobre esta cuestión. Hasta ahora, ni una sola sección nacional del Secretariado Unificado se ha opuesto públicamente al revisionismo abierto del SWP sobre la cuestión central del carácter de clase del estado y la actitud de los revolucionarios frente al estado burgués. ¿Cuál es la posición de la LCE?
Trotsky, al menos, avanzó una política revolucionaria. En “La guerra y la Cuarta Internacional” (1934) escribe:
“Dirigirse al estado, es decir al capital, reivindicando el desarme de los fascistas, significa sembrar las peores ilusiones democráticas, adormecer la vigilancia del proletariado, desmoralizar su voluntad…. Los socialdemócratas, aun los que estén más a la izquierda, es decir, aquellos que estén dispuestos a repetir las frases generales de la revolución y de la dictadura del proletariado, evitan cuidadosamente la cuestión del armamiento de los obreros, o declaran abiertamente que esta tarea es ‘quimérica’, ‘aventurista’, ‘romántica’, etc.”
Comentando esta cita, la Fracción Bolchevique-Leninista (cuyo cuadro principal fue expulsado hace poco del comité central de la Ligue Communiste Revolutionaire francesa) escribió: “‘Romántico’ dijeron los socialdemócratas de izquierda en 1933, ‘no realista’ Camejo nos dice; ¡los años pasan, pero el vocabulario de los socialdemócratas cambia poco!” (Spartacist [edición francesa] no. 9, 16 de mayo de 1975).
Enviamos junto a la presente artículos de nuestra prensa que tratan de la controversia sobre las tropas federales a Boston. Algunos de los más recientes tratan del carácter “realista” de la consigna de una defensa laboral/negra en forma concreta: informando de la formación de un comité de defensa para proteger la casa de un sindicalista negro contra ataques racistas. Esta acción, por el Local 6 del United Auto Workers (sindicato de los obreros del auto) en Chicago, resultó de una proposición del Labor Struggle Caucus de ese sindicato; además, el destacamento de defensa es encabezado por uno de los miembros de este Caucus. El Labor Struggle Caucus es una tendencia sindical de oposición con una política de lucha de clases, apoyada políticamente por la Spartacist League.
Frente unido: ¿Táctica o estrategia?
Hemos tratado de estudiar cuidadosamente la prensa de la Liga Comunista para formar un juicio ponderado de la política y la práctica de la LCE. Anotamos primero que vuestra prensa está muy centrada sobre la península ibérica, y en consecuencia desconocemos vuestros conceptos sobre varias cuestiones importantes (por ejemplo, Cuba, Irlanda, las guerras en el Cercano Oriente, el nacionalismo pequeñoburgués en varios países). Ya que no hemos logrado conseguir sino el primer tomo de las resoluciones de vuestro segundo congreso, apreciaríamos cualquier documentación adicional que haya disponible.
Gran parte de Combate y de los órganos provinciales de la LCE se dedica (con razón) al comentario de las luchas obreras y estudiantiles. Sobre la huelga general de 1973 en Pamplona; la serie de huelgas en el Bajo Llobregat en 1974 y otras huelgas importantes hemos tratado de comparar los informes publicados por la LCE, la LCR, la Organización Revolucionaria de los Trabajadores y los grupos maoístas en la medida en qué están a nuestro alcance. Aunque nos hemos formado algunas impresiones, varios asuntos importantes todavía no nos quedan aclarados, y de todas maneras siempre es arriesgado juzgar cuestiones tácticas de la lucha sindical desde el exterior. No obstante, queremos ofrecer algunos comentarios acerca de vuestro concepto de un “frente único estratégico” y, a un nivel muy general, la relación de esta palabra de orden con las tareas de los revolucionarios frente a las comisiones obreras.
En vuestra carta al comité central de la Ligue Communiste francesa (“En torno a las posiciones mantenidas por la Ligue Communiste en las elecciones legislativas de marzo de 1973”, junio de 1973, Boletín de Informaciones Internacionales no. 5, enero de 1974), la LCE:
“Exigía oponer a la línea estratégica de frente único con la burguesía de las direcciones traidoras, concretizada en aquel momento en una U.I. [Unión de Izquierda] incapaz incluso de combatir eficazmente a Pompidou, la estrategia revolucionaria del Frente Único de Clase, capaz de polarizar en torno al proletariado a las masas oprimidas de la ciudad y del campo,”
La misma idea se repite en otros documentos de la Liga Comunista en formas diferentes, refiriéndose generalmente a un “pacto de clase” como alternativa “opuesto en todos los niveles” al frente popular.
Como conocéis, el concepto de una “estrategia de frente único” ha sido lanzado por la Organisation Communiste Internationaliste (OCI) francesa para justificar su política seguidista tras la actual dirección reformista de la clase. La aplicación más asquerosa de esta línea de capitulación fue la consigna de la OCI de votar por Mitterrand, candidato único de la Unión de la Izquierda frentepopulista en las elecciones presidenciales del año pasado, No queremos hacer un amalgama igualando la política de la LCE con la de Lambert, y sabemos que vosotros habéis criticado dicha política como “una elevación de los métodos tácticos de F.U…. a un principio estratégico” (“La crisis de la LCR y la escisión En Marcha”, Boletín de Informaciones Internacionales, no. 5, enero de 1974).
Sin embargo, la línea de una “estrategia del frente único de clase” lleva en última instancia justamente a la conclusión sacada por la OCI. La alternativa global a la política de colaboración de clases de los reformistas no es un frente único que incluye todas las organizaciones que pretenden representar la clase obrera, ni tampoco un “pacto de clase” mítico, sino al contrario el programa marxista del partido leninista de vanguardia. Exigir que los estalinistas y los socialdemócratas rompan una coalición electoral con los partidos burgueses, exigir qué los reformistas luchen por reivindicaciones particulares que están en el interés de la clase, es tan necesario como consecuente con los principios revolucionarios; estas tácticas nos permiten demostrar gráficamente y en la práctica frente a las masas la realidad de que los dirigentes vendidos son enemigos de la revolución proletaria. Pero dar a entender que los agentes de la burguesía dentro del movimiento obrero son capaces de realizar por entero el programa revolucionario de los trotskistas significa confundir a las masas, camuflar el programa contrarrevolucionario de los reformistas y la necesidad absoluta de un partido trotskista independiente.
Somos conscientes de que la LCE denuncia las traiciones de los estalinistas y pone énfasis en la necesidad de un partido trotskista. (La OCI también hace esto de vez en cuando.) Pero si, como decís, el frente único resume todo el programa de la independencia de la clase obrera frente a la burguesía (en vez de ser una expresión de esto, en condiciones particulares); y si es que los estalinistas son capaces de realizar este frente único — entonces, por supuesto, ellos, cesan de ser reformistas dedicados a mantener el poder capitalista. Esto se da a entender definitivamente en vuestra “resolución estratégica” del segundo congreso de la LCE (“Hacia la república socialista — Por el partido de la IV Internacional”) donde lo siguiente se ofrece como respuesta imaginada a las acusaciones de los “aparatos” según las cuales el frente único es simplemente una maniobra:
“Si os pronunciaseis por el frente único y combatieseis consecuentemente en esa dirección, la clase obrera vería extraordinariamente facilitado su camino, cerraría filas en torno a sus organizaciones y multiplicaría el ímpetu de sus acometidas contra los capitalistas y su régimen. Entonces dejaríamos de juzgarlos según los hechos que se desprenden de vuestro terrible pasado y presente de traiciones. Nos atendríamos a los hechos nuevos.”
Compañeros, cuando Trotsky dijo que bajo circunstancias especiales los reformistas pueden ser forzados a ir más lejos de lo que desean, ¡nunca propuso que ellos podrían adoptar la totalidad del programa revolucionario! EraPablo quien dijo eso, consecuente con su “análisis” revisionista: no luchaba más para crear partidos trotskistas, sino que presionaba por reformar los partidos estalinistas. No creemos que esto represente la política de la Liga Comunista, pero es la conclusión lógica de vuestro concepto de una “estrategia del frente único de clase”.
Para comentarios adicionales sobre el concepto de la “estrategia de frente único”, ver el apartado que trata del frente único en nuestra carta a la OCI y su “Comité de Organización” (Spartacist [edición francesa] no. 4, octubre de 1974).
Esto va más allá de una mera cuestión terminológica. El voto por los partidos obreros de un frente popular (reivindicado por la OCI) se deriva de la concepción del “frente único estratégico.” La tendencia espartaquista, al contrario, se niega a apoyar electoralmente a cualquier partido de un frente popular; en cambio, llamamos por una oposición condicional a los partidos obreros de un frente popular, exigiendo que rompan con sus confederados burgueses como condición previa para un apoyo electoral. La lógica de nuestra posición es bien clara: el principio fundamental de la política marxista es el de la independencia del proletariado frente al enemigo de clase; si un partido obrero, incluso un partido reformista tan podrido como el Partido Laboral británico, presenta independientemente sus propios candidatos, podemos aconsejar a los obreros que voten por este partido como un intento elemental de trazar la línea de clase. ¡Pero si un partido obrero forma parte de un frente popular, llamar a los obreros a votar por este partido es reivindicar la instalación de una formación política burguesa en el gobierno!
La LCE también propugnó el votar por los partidos obreros del frente popular en el segundo turno de las elecciones parlamentarias francesas de 1973. Argumentáis que la abstención es una política pasiva. Si se trata de abstenerse como cuestión de principios, tenéis razón; pero la tendencia espartaquista no aboga por tal concepto. En las elecciones francesas de 1973 propugnamos el votar por los candidatos de la OCI y de Lutte Ouvriere que, al negarse a votar por los Radicales de Izquierda, presentaban, de una manera distorsionada y muy parcial, una oposición de clase al frente popular. También exigíamos del PC y del PS que rompieran con los Radicales de Izquierda, diciendo que cualquier apoyo electoral a sus candidatos dependería de una ruptura con el partido burgués.
Nos interesaría co.no.cer vuestra posición en las elecciones francesas de 1974 cuando Mitterrand fue el candidato único del frente popular. Si llamáis a un voto por Mitterrand, no se puede pretender que se rechaza votar por una parte del frente; vuestro consejo concreto a los obreros seria el mismo que el de los dirigentes de la Unión de la Izquierda. También nos interesa saber cuál era vuestra posición sobre las elecciones portuguesas del 25 de abril de 1975. El Partido Revolucionario dos Trabalhadores portugués (PRT), que parece estar generalmente de acuerdo con los puntos de vista de la LCE, se negó a apoyar a cualquier partido que hubiera firmado el pacto con el Movimiento de la Fuerzas Armadas. No estamos de acuerdo con el apoyo electoral que dio el PRT a la Liga Comunista Internacionalista (LCI) -apoyo que, al menos públicamente, fue dado sin crítica alguna- porque desde nuestro punto de vista la línea política de la LCI es comparable a un “apoyo crítico” al “ala progresista” del MFA, en vez de una oposición intransigente de clase. Pero es correcta la posición del PRT de no votar por el PC, porque estaba formalmente comprometido en la colaboración de clases a través de su participación en el régimen bonapartista burgués dominado por el MFA. ¿Discrepáis de esta posición?
Comisiones obreras y la “Huelga General Revolucionaria”
Vuestras declaraciones sobre las comisiones obreras (CC.OO.) también nos parecen reflejar el concepto erróneo de una “estrategia de frente único.” Escribís que: “Es en Comisiones Obreras donde ciframos los trotskistas la base orgánica fundamental del Frente Único del proletariado militante” (La crisis de la LCR y la escisión ‘En Marcha”‘). En la “resolución estratégica” del II Congreso de la LCE agregáis: “El impulso de la acción generalizada de las masas, y la centralización de la voluntad de combate de amplísimas franjas militantes hacen cada día más necesario que las CC.OO. rompan con los obstáculos opuestos al desarrollo de su vocación de formas democráticas de frente único de la vanguardia amplia del proletariado.”
¿Qué queréis decir con las frases “la base orgánica fundamental del Frente Único” y la “vocación de formas democráticas de frente único de la vanguardia amplia del proletariado”? Si se quiere decir que las comisiones obreras han agrupado a muchos de los militantes obreros más combativos, que es necesario luchar dentro de las CC.OO. para derrotar a los estalinistas y a otros reformistas que actualmente conducen a estos militantes por el camino de la colaboración de clases, que sería estúpido y peligrosamente sectario tratar a las CC.OO. como organizaciones opositoras al partido revolucionario identificando tácitamente la base con la dirección, entonces podemos estar de acuerdo. Pero evidentemente lo que deseáis indicar sobrepasa esto.
Discutir la “vocación” de una institución particular en la lucha de clases es metafísico. ¿Cuál es la “vocación’; de los sindicatos: defender los intereses de los obreros contra los patronos (imposible en esta época sin una dirección revolucionaria) o servir los intereses de los patronos (como es el caso casi universal)? Podéis decir que la política sindical actual, es decir la colaboración de clases, es una deformación del propósito básico del sindicalismo. Pero en ese caso Lenin se equivocó cuando insistió en que se necesitaba un partido de vanguardia independiente para llevar la clase obrera a la conciencia socialista, y que la conciencia tradeunionista es conciencia burguesa.
¿Y qué se puede decir de los soviets rusos desde febrero hasta septiembre de 1917: es que su “vocación” era de servir como estructura organizativa para la creación de un estado obrero? En ese caso Lenin se habría equivocado cuando retiró la consigna de “todo el poder a los soviets” durante la represión contrarrevolucionaria feroz desencadenada por Kerensky después de las jornadas de julio. ¿No deberían haberse limitado los bolcheviques a luchar por una mayoría dentro de los soviets, sometiéndose incondicionalmente a la disciplina de la mayoría soviética? No lo hicieron… y tuvieron razón.
La función de una institución particular en la lucha de clases es determinada por la constelación de fuerzas políticas de clase que deciden su política. Por ejemplo, los consejos obreros alemanes de 1918 estuvieron dominados por los socialdemócratas mayoritarios y ratificaron el establecimiento de una república parlamentaria burguesa. Podemos hablar del papel real desempeñado por tal o cual institución, o también de la capacidad que tiene un organismo particular para cumplir otras funciones.
Desde nuestro punto de vista el verdadero papel jugado por las CC.OO. españolas ha sido el de sindicatos ilegales. Cierto que de vez en cuando las CC.OO. han dirigido movilizaciones de masas que han sobrepasado los límites de una categoría gremial particular. Pero lo ha hecho también la federación minera boliviana, que durante muchos años mantuvo milicias obreras armadas. Además hacéis una distinción entre las comisiones obreras y los “comités elegidos y revocables en las asambleas.” Esto no es mero formalismo. En el momento actual, según nuestras informaciones, la mayoría de la CC.OO. no son elegidas, están dominadas por los dirigentes reformistas vendidos e incluso han expulsado a aquellos militantes que deseaban llevarla cabo una política de lucha de clases.
¿Cuáles son las capacidades de las comisiones obreras? Andrés Nin se equivocó al plantear que la confederación sindical encabezada por los anarquistas, la CNT, podría reemplazar a los soviets. No hizo caso del hecho de que aún estos sindicatos combativos estuvieron dominados por una burocracia y estaban estructurados de tal manera que demoraron o reprimieron la expresión directa de la voluntad de las masas. Las CC.OO., al contrario, son mucho más fluidas, incompletamente coordinadas y les faltan el peso oneroso de una burocracia masiva tal como surge en los sindicatos bajo condiciones de la legalidad burguesa. Por lo tanto es posible que la CC.OO. pudieran sertransformadas en consejos obreros democráticos durante el fervor de un levantamiento de masas. De manera similar, los consejos de “shop stewards” (delegados sindicales) habrían podido ser transformados en comités de fábrica durante el curso de la huelga general de 1926 en Gran Bretaña.
En los Estados U nidos hemos luchado contra tendencias anarcosindicalistas que ven en los sindicatos enemigos de los trabajadores, a causa de la política traicionera de sus dirigentes vendidos. En Gran Bretaña durante la huelga minera de 1973 exigimos una huelga general organizada por los consejos de “shop stewards”, y criticamos el carácter utópico de la llamada del International Marxist Group por “consejos de acción” careciendo de cualquier relación con el actual movimiento obrero organizado. Un partido no puede simplemente romper la disciplina de acción sindical cada vez qué está en desacuerdo con la política escogida; antes de la erupción de levantamientos obreros de masas, el partido necesariamente tendrá que enfocar sus esfuerzos sobre la lucha por la dirección de estas instituciones. Pero no nos sometemos incondicionalmente a la disciplina de cualquier institución fuera del partido porque su “vocación” servirá como “la base orgánica del frente único”. Tenemos que estar dispuestos aromper un frente unido para llevar adelante la lucha una vez que los reformistas empiecen a traicionar.
La “Huelga General Revolucionaria”
La Liga Comunista se refiere con frecuencia a la “Huelga General Revolucionaria para derrocar la dictadura franquista”. Evidentemente queréis contrastar la “HGR” con la consigna del PC por una “huelga nacional”; que ellos consideran como un acto de reconciliación nacional. De manera similar, el “pacto de clase” propuesto por la LCE intenta evidentemente contrastar con el “pacto por la libertad” del PC. Por supuesto, es necesario formular nuestras consignas de la manera que más eficazmente contraponga el programa de independencia de la clase a la política reformista de colaboración de clases. Pero hay que cuidarse de no simplificar de tal manera que se distorsioné el contenido fundamental.
Por un lado, la consigna de la huelga general revolucionaria parece ser excesivamente específica en cuanto a la forma de un levantamiento revolucionario contra el régimen franquista. El levantamiento de 1934 en Asturias, por ejemplo, inmediatamente tomó el carácter de una insurrección. Bajo este aspecto, la consigna de la “HGR” tiene más o menos la naturaleza de un “mito social” a lo Sorel. La consigna anarcosindicalista durante la Primera Guerra Mundial de una huelga general contra la guerra fue otro ejemplo similar. (Por supuesto, es muy posible que sea una huelga general la que derribe la dictadura bonapartista.)
Pero, aún más fundamentalmente, no estamos seguros del sentido que tiene para vosotros la consigna del gobierno obrero y su relación a la huelga general. Por un lado, vuestra “resolución estratégica” se refiere a “la fórmula de un gobierno de los trabajadores basado en los órganos de la huelga general”. Consideramos esto un eslogan correcto en caso de una huelga general; claramente la tarea de los revolucionarios sería no solamente formar un comité central de huelga pero también darle carácter soviético, transformándolo en órgano de una dualidad del poder y luchando por imponer el dominio de un gobierno basado sobre la expresión democrática de este órgano unitario representativo del movimiento obrero independiente. Tal fórmula contrasta drásticamente con la consigna reciente de la Liga Comunista Internacional portuguesa por “la imposición de un gobierno obrero dentro del sistema de un estado capitalista”.
Por otro lado, escribís de la LCR que: “Resulta cada vez más difícil ver en sus escritos si realmente distinguen el derrocamiento de la dictadura del derrocamiento del capitalismo. El rechazo de la conquista de una verdadera Asamblea constituyente, así como el uso ideológico del control obrero, educan a los militantes en la ilusión de que la extensión de comités democráticos, más aún, incluso el surgimiento de soviets, significan que las posiciones revolucionarias han derrotado ya la influencia de las alternativas reformistas. La consigna transitoria del Gobierno de los trabajadores se confunde cada vez más, entonces, con la dictadura del proletariado” (“La crisis en la LCR…”).
No tenemos una documentación extensiva de los escritos de la LCR a los que se refiere. Claro está que nos oponemos al abandono de la consigna de una asamblea constituyente en el contexto español (en Portugal, durante el año después del derrocamiento de Caetano reivindicamos con frecuencia una asamblea constituyente democráticamente elegida). Pero no concebimos la consigna de una asamblea constituyente como representante de una etapa intermedia de la revolución; en una situación prerrevolucionaria debemos exigir simultáneamente a la formación de un órgano unitario de tipo soviético, representativo de todos los obreros organizados. Lanzamos la consigna de un gobierno obrero dándole el contenido de la dictadura del proletariado.
Es posible que un gobierno obrero surja en una situación de dualidad de poderes que sería transicional en el sentido de no haber todavía impuesto un solo poder estatal proletario. Pero prevenimos enfáticamente contra todo intento de cambiar el significado de la consigna del gobierno obrero en una llamada a los partidos obreros de administrar el estado capitalista (como lo hacen tanto la mayoría como la minoría del SU) bajo el pretexto de ser una aplicación táctica de una consigna algebraica. Particularmente en una situación de huelga general, la tarea del gobierno obrero debe ser la supresión del aparato estatal capitalista. Todo intento de apoderarse de éste (como ocurrió en Alemania en noviembre de 1918, cuando el gobierno del SPD-USPD ocupó el estado burgués con el “apoyo” de los consejos obreros dominados por los reformistas), significará la supresión sangrienta de los obreros en las calles. Aunque en los hechos sí puede ocurrir una separación de tiempo entre el derrocamiento de la dictadura franquista y el derrocamiento del capitalismo, los comunistas siempre debemos avanzar la consigna del derrocamiento del capitalismo en vez de un concepto etapista (primero el derrocamiento de la dictadura franquista a través de una huelga general, después una lucha contra el poder capitalista).
“El control democrático del ejército”
En cuanto a esto, nos parece ser peligrosamente equívoca la consigna, aparecida en varias publicaciones de la LCE, del “control democrático del ejército” como tarea de un gobierno obrero. En algunos casos habéis formulado esto como “el control democrático por los comités de soldados”, pero en ambos casos se desprende una tendencia a identificar la actividad del aparato estatal con la producción industrial en las fábricas. Mas no reivindicamos el control obrero del aparato estatal burgués, ni mucho menos el control democrático; al contrario, nuestra tarea es aplastarlo. Igualmente, la tarea de los comités de soldados es destruir, no controlar, el ejército burgués.
Durante la guerra civil en España, Trotsky criticó de forma tajante este punto de vista peligroso en una polémica contra “los trece puntos para la victoria” del POUM:
“El cuarto punto proclama: ‘Por la creación de un ejército controlado por la clase obrera.’ El ejército es un arma dela clase dominante y no puede ser ninguna otra cosa. El ejército es controlado por quienes lo mandan, es decir por los que tienen el poder estatal. El proletariado no puede controlar un ejército creado por la burguesía y sus lacayos reformistas. El partido revolucionario puede y debe construir sus células en tal ejército, preparando para que los sectores avanzados del ejército pasen al lado de los obreros.”
— “¿Es posible la victoria?” abril de 1937
Hacia el renacimiento de la Cuarta Internacional
Hemos tratado de presentar brevemente nuestra política sobre temas donde nos parece que existen áreas de mayores desacuerdos entre la tendencia espartaquista internacional y la Liga Comunista de España. Naturalmente no podemos abarcar todas las cuestiones claves de la revolución en una sola carta. Para obtener una presentación más completa de nuestro concepto sobre asuntos fundamentales para el movimiento obrero, os referimos a los documentos reunidos en Cuadernos Marxistas no. 1. También solicitamos una respuesta a la presente.
Al luchar por el renacimiento de la Cuarta Internacional, la tendencia espartaquista internacional no sólo rechaza las pretensiones fraudulentas de los varios hipócritas que hoy día pretenden ser la Cuarta Internacional. Contraponemos una concepción fundamentalmente diferente de cómo construir el partido mundial de la revolución socialista, contrastando con el “Comité Internacional” de Healy, cuya seudodialéctica sólo sirve para disfrazar una línea política que cambia constantemente y cuyo único principio es la sumisión incondicional al principio del Führer; también con el “Comité de Organización” de la OCI, cuya base programática se restringe al aceptar en abstracto el Programa de Transición y al declararse de acuerdo con que el “Comité de Organización” sea portador de “La Continuidad”; y especialmente con el Secretariado “Unificado”, que parece tener como único criterio de afiliación la afirmación del mito de que el SU es la Cuarta Internacional.
Es porque luchamos por cristalizar una tendencia internacional auténticamente trotskista, políticamente homogénea y democráticamente centralizada, que Mandel acusa a la tendencia espartaquista de tratar de construir una Internacional “monolítica” (como lo dijo en Australia, el septiembre pasado). Alain Krivine nos acusa de igualar el centralismo democrático con “cascos y palos” (durante un discurso en Toronto en julio de 1974). Señalamos, no obstante, que los Mandel, Hansen y Krivine han expulsado repetidamente a los oposicionistas de izquierda quienes han librado un lucha de principios, mientras el SU oculta las traiciones de sus socios fraccionales (el caso de Bala Tampoe, por ejemplo). Desde luego, nuestra tendencia no es “monolítica” — pero si se forja sobre una base de principios y de la congruencia programática.
El pantano del “Secretariado Unificado” no puede ser reformado. Desde el principio su programa se ha basado en el revisionismo pablista, comprometido a correr tras un sinnúmero de dirigentes pequeñoburgueses. Mientras este bloque putrefacto se descompone a un ritmo acelerado en alas que quieren, sea capitular ante la juventud guevarista o hacerse la corriente central socialdemócrata de su país, la tarea de los trotskistas consecuentes no esbuscar la unidad de todos los que están opuestos a las tendencias dominantes del SU. La bancarrota que representa este enfoque fue demostrada gráficamente por la malograda “Tercer Tendencia” que no pudo convenirse en un documento común sino hasta pocos días antes del “Décimo Congreso Mundial”, y que inmediatamente después se descompuso. Al contrario, sólo la lucha por construir una tendencia internacional auténticamente trotskista basada sobre un verdadero acuerdo político puede reforjar la Cuarta Internacional.