Defendamos la huelga de los mineros
[Publicado originalmente en Workers Vanguard No. 23, 22 de junio de 1973. Traducido en Cuadernos Marxistas No. 3]
Mientras que el gobierno de la Unidad Popular de Chile se encuentra cada vez más aislado por el aumento de la combatividad obrera por un lado y por ras crecientes fuerzas de la contrarrevolución por el otro, el Presidente Salvador Allende ha decidido adoptar una posición de clase a favor de la burguesía. En respuesta a una huelga de dos meses en las minas de cobre de El Teniente, Allende usó a la policía nacional (los Carabineros) contra los huelguistas, pidió a los jefes de las fuerzas armadas que volviesen a entrar al gabinete del gobierno del frente popular y se movilizó para “restaurar el orden” en dos provincias mineras poniéndolas bajo control militar.
La huelga comenzó el 10 de abril con 13.000 mineros de la mina nacionalizada de El Teniente, la mina subterránea más grande del mundo, en Rancagua. A principios de junio se extendió a Chuquicamata, la mina de pozo abierto más grande del mundo, donde los obreros mantuvieron una huelga de solidaridad de 48 horas que podría ampliarse a una huelga de duración indefinida y de alcance nacional.
Las huelgas ya han forzado al gobierno chileno a suspender sus envíos de cobre, su mayor exportación, a Europa, causando la pérdida hasta ahora de 50 millones de dólares en divisas, en una situación en que Chile está profundamente en deuda y en que se ve forzado a importar comida. El gobierno aduce que el “interés nacional” está por encima de los intereses de los “privilegiados” mineros.
Los mineros, por otra parte, están en huelga para defender la escala móvil de salarios (ajuste automático al coste de vida) ganada hace años a los anteriores propietarios norteamericanos de las minas a través de duras luchas. Piden un aumento de sueldos del 41 por ciento para mantenerse a nivel con el aumento del coste de vida (240 por ciento más alto sólo en el último año). La comida ya está racionada y florece el estraperlo. El gobierno aduce que se debe descartar el presente ajuste al coste de vida y remplazarlo por una “ley de reajuste” que aumentaría sólo los sueldos de los obreros en las categorías más bajas. Si esto tuviera éxito, se quebrantaría la resistencia obrera en contra de la ola de inflación y de hecho, rebajaría los jornales reales, exactamente como pasó en los previos gobiernos de frente popular después de la Segunda Guerra Mundial.
El 14 de junio, la policía atacó a una manifestación de 4.000 mineros, que habían marchado sobre Santiago desde los distritos mineros, utilizó tanques de agua, carros blindados y gas lacrimógeno. En la mina misma más de 500 Carabineros han plantado sitio, disparando ametralladoras al aire para ganar entrada a los instaladores. Los huelguistas erigieron barricadas en las entradas de las minas y lanzaron dinamita contra la policía. Más de 30 mineros han sido heridos ya en el conflicto.
El Partido Comunista y la UP están tratando de aplastar la huelga, arguyendo que el alboroto de los obreros está amenazando llevar al país al borde de la guerra civil y haciéndole imposible a Allende el gobernar. Esto, según ellos, le facilita el camino a la derecha. Pero está claro que el programa que Allende es incapaz de implantar es precisamente el programa de la burguesía — hacer que los obreros paguen por la inflación.
Mientras, el 13 de junio Allende pidió al Ejército, a las Fuerzas Aéreas y a la Armada que entrasen a formar parte del gabinete para poder contener las agitaciones. En una acción semejante en noviembre pasado, el jefe de las Fuerzas Armadas fue nombrado Ministro del Interior mientras que el gobierno de la UP descartó los planes de nacionalizar parte del sistema de transporte en un intento de apaciguar a los demócratas cristianos de la oposición. Mientras que los gremios de pequeños negocios de los demócratas cristianos estaban llevando a cabo un paro patronal nacional, ¡el Partido Comunista reclamaba la extensión de la coalición de la UP para incluir a estos conspiradores contrarrevolucionarios!
Ahora los estalinistas arguyen que la huelga está fomentada por un bloque entre los sindicatos anticomunistas y el grupo fascista Patria y Libertad. La Democracia Cristiana ganó el control de los sindicatos del cobre en las elecciones de febrero último después de que el gobierno forzó a los mineros a una huelga similar y que el líder cubano Fidel Castro apeló sin éxito a los obreros a que “se sacrificasen más” por la madre patria.
(El Guardian, apologista “radical independiente” del reformismo estalinista, se refiere a los huelguistas en su número del 13 de junio como a un sector “privilegiado”, y descartan la huelga como un “testimonio… de la supervivencia de la mentalidad capitalista en todos los niveles de las minas”. No es sorprendente la “supervivencia de la mentalidad capitalista” en un estado capitalista que, además, ¡está ahora mismo ametrallando a los obreros en huelga! ¿Qué recomendaría el Guardian en cambio, penitencia por el pecado de querer dar de comer a sus hijos?).
Los obreros no son responsables de que las fuerzas derechistas estén usando la cuestión de la huelga en contra del gobierno. Una dirección revolucionaria de los sindicatos extendería rápidamente la huelga y exigiría la formación de un gobierno compuesto solamente por partidos obreros, que expropiaría los sectores claves de la economía. Esto eliminaría inmediatamente cualquier intento demagógico de la derecha de sacar partido a la huelga, así como unificaría a la clase para el enfrentamiento inevitable con la burguesía. La Democracia Cristiana ha sido capaz de ganar el control de los sindicatos mineros debido solamente a que los partidos de izquierda han omitido la proposición de un tal programa para el movimiento obrero.
Mientras que aumentan los ataques histéricos de los socialdemócratas y los estalinistas contra la huelga del cobre, los revolucionarios deben reclamar: ¡Defensa incondicional de la huelga de los mineros chilenos! ¡Por la formación de una milicia obrera! ¡Abajo el Frente Popular! ¡Por un gobierno obrero!