¡Abajo la junta reaccionaria ― por una revolución obrera!
Suplemento de Workers Vanguard, 13 de septiembre de 1973. Esta versión fue impresa en español en Cuadernos Marxistas No. 3
12 de septiembre ― El golpe de la derecha de ayer en Chile puso un punto final sangriento al gobierno de la “Unidad Popular” dirigido por el Presidente Salvador Allende, que fue elegido hace tres años. Esta toma de poder por los militares es una seria derrota para la clase obrera internacional, conducente a un asalto abierto contra las organizaciones obreras y a la masacre de posiblemente miles de militantes proletarios. No está claro todavía el grado en que los obreros y campesinos resistirán por la fuerza a los golpistas; su voluntad heroica de defender sus organizaciones es indudable, pero el gobierno de Allende rehusó una y otra vez a armar a los obreros. Es el deber de todas las organizaciones obreras de los EE.UU., tanto los sindicatos como los partidos, de iniciar de inmediato un frente único de protesta contra el golpe contrarrevolucionario. ¡Abajo la junta reaccionaria! ¡Por una revolución obrera en Chile!
Los sucesos de los últimos dos días confirman trágicamente las advertencias de la Spartacist League de que las masas chilenas pagarían con sangre por la traición de sus líderes. ¡El triunfo de la reacción burguesa después de tres años del gobierno de Allende no es una casualidad! Fue preparada por la naturaleza misma de la coalición de la Unidad Popular.
Como insistió la Spartacist League en un panfleto publicado el 4 de septiembre:
“El gobierno de la Unidad Popular no es un gobierno proletario. Es una coalición de partidos obreros y capitalistas. La presencia de la burguesía ‘radical’ y de los generales ‘democráticos’ es una garantía de que el gobierno de Allende no sobrepasará los límites del capitalismo. Su presencia es una garantía de que los obreros y los campesinos continuarán desarmados y atomizados ante el inminente golpe de las derechas. En vez de presionar a Allende para que rompa las negociaciones con los demócratas cristianos y los generales, para que incremente el número de nacionalizaciones, para que instituya un ‘control obrero’ desde arriba, etc., nosotros debemos pedir que los obreros rompan inmediatamente con el frente popular burgués y con los partidos de gobierno, y luchar por un gobierno obrero y campesino basado en un programa revolucionario de expropiación de la burguesía agraria e industrial.”
Las seductoras pretensiones de los partidos obreros dominantes de que se podía llegar al socialismo por las elecciones y la acción parlamentaria y en colaboración con sectores “progresistas” de la burguesía han demostrado ser una vez más simplemente la fórmula para la derrota. “La vía chilena al socialismo” era alabada en el Mundo entero por los Partidos Comunistas pro-Moscú como el modelo de la revolución por medio de la coexistencia pacífica; ¡y los capitalistas chilenos ―aclamados como la burguesía más “democrática” de América Latina, con el ejército más “apolítico”― iban a conformarse pasivamente a la transición al socialismo!
Pero solamente la movilización independiente del proletariado para tomar el poder en su propio nombre puede abrir la vía al socialismo. Un frente popular está, por su naturaleza misma ―su alianza con un sector de la clase dirigente― limitado dentro de los confines del capitalismo. Nunca puede preparar el camino hacia el poder obrero. Sólo puede lograr asustar a las fuerzas de la reacción burguesa hasta el punto de emprender un asalto concertado y brutal contra los obreros, a alienar y a empujar a los brazos de la reacción a sectores de la pequeñaburguesía que se habrían dividido si se hubieran visto frente a un polo claramente proletario, y a desorientar a los obreros con ilusiones de colaboración de clase de modo que no pueden movilizar una defensa organizada y unida contra la reacción derechista. La lección de Chile hoy es la lección de la Guerra Civil Española de los años treinta: si los obreros no aprenden a tiempo que los frentes populares, el parlamentarismo y la coexistencia pacífica conducen a la derrota, pagarán con sus vidas.
¿Que era la Unidad Popular?
La coalición de la Unidad Popular estaba compuesta de los partidos obreros dominante, los Comunistas y Socialistas reformistas, junto con el Partido Radical y los demócratas cristianos de izquierda. Desde las elecciones de 1970 tanto los radicales como los demócratas cristianos de izquierda se han dividido, con secciones pro-UP yéndose hacia la izquierda y hasta pretendiendo que apoyaban al socialismo. Pero la esencia de la Unidad Popular como bloque con un sector de la burguesía no había variado. Desde el principio el gobierno de la UP estaba basado sobre un acuerdo tácito con el partido burgués dominante, la Democracia Cristiana, cuyos votos necesitaba Allende para que cualquiera de sus reformas fuera aprobada por el Congreso. Más recientemente, a medida que se endurecía el ataque de la derecha contra el gobierno, los ministros militares asumieron el papel de principales defensores de los intereses de la burguesía dentro del gobierno.
El gobierno adoptó una política de apaciguar a los derechistas y de aumentar la represión contra los obreros. Así después del “paro patronal” por parte de los camioneros y dueños de tiendas durante noviembre de 1972, Allende incluyó dentro del gobierno a los jefes militares y promulgó una ley que permitía al ejército llevar a cabo redadas sin previo aviso en busca de armas. Esta ley, aunque aparentemente dirigida tanto contra los extremistas de la derecha como los de la izquierda, ha sido de hecho utilizada exclusivamente contra los sindicatos, las fábricas ocupadas y los partidos obreros, mientras que los grupos fascistas como Patria y Libertad acumulaban importantes reservas de armas. Luego en mayo y junio el gobierno provocó una huelga de los mineros del cobre en El Teniente al tratar de suprimir la escala móvil de salarlos (ajuste automático al coste de vida), y apuntó a los obreros con ametralladoras en el curso de la huelga (ver “Defendamos la huelga de los mineros chilenos”).
El frente popular y el cretinismo parlamentario
Aunque los reformistas han tratado constantemente de presentar a Chile como el gobierno de frente popular más radical de la historia (comparado con España de 1936 a 1939, Francia de 1934 a 1936 o Chile en varios momentos entre 1936 y 1948), el mito está lejos de la realidad. Así en España los centros industriales estaban enteramente en las manos de las milicias obreras durante gran parte del periodo después de julio de 1936 y la mayoría de las fábricas funcionaban bajo control obrero. En Chile, Allende firmó un acuerdo en 1970 estableciendo que no permitiría la formación de milicias obreras ni el ascenso de oficiales que no se hubieran graduado en las academias militares, garantizando así que el ejército quedase firmemente bajo el control de la elite militar profesional. Los obreros españoles estaban armados; en general los obreros chilenos no lo están.
Pero un frente popular es un frente popular. Los obreros españoles fueron derrotados por Franco porque no tenían una dirección revolucionarla que luchase por derrotar al capitalismo. Por el contrario los obreros y campesinos se vieron forzados por el Partido Comunista estalinista y los Guardias de Asalto a permanecer dentro de los confines de la democracia burguesa. En un momento de honestidad los estalinistas se justificaban diciendo que “no quedan asustar a la burguesía”, pero también tenían una teoría para justificarlo. Mientras que Lenin había hecho famoso en el mundo entero el eslogan “¡Todo el poder a los Soviets!” como la llamada a la revolución obrera, Stalin “descubrió” en 1924 que antes de la etapa de soviets tenía que pasarse por una etapa intermedia “democrática”. Esencialmente esto era lo mismo que la posición de los reformistas social-demócratas que pedían la toma del poder por medio de elecciones parlamentarias como un “paso” en la transformación gradual del capitalismo. Ahora en los años 70 la UP de Allende desenterraba esta teoría:
“Ya que el Congreso Nacional está basado en el voto del pueblo, no existe nada en su naturaleza que impida que se transforme para volverse, de hecho, el Parlamento del Pueblo. Las Fuerzas Armadas y los Carabineros, fieles a su deber y a su tradición de no-intervención en el proceso político, apoyarán a una organización social que corresponde con la voluntad del pueblo…”
― S. Allende, “Primer mensaje al Congreso”, diciembre de 1970
La experiencia histórica refutó ayer por enésima vez este cuento de hadas reformista.
El PC chileno ha sido siempre fiel a su misión estalinista de traición reformista. Así, en harmonía con la petición de los estalinistas de ampliar la Unidad Popular para incluir a los demócratas cristianos, también se oponían a un extenso programa de nacionalizaciones. Para “regularizar la economía” el ministro Orlando Millas, del PC, introdujo una ley que hubiera restringido las nacionalizaciones a ciertos sectores específicos y hubiera devuelto las fábricas ocupadas por los obreros a sus dueños “legales”.
El PC no solamente se oponía a la formación de milicias obreras, sino que Luís Corvalán, secretario general del partido, rechazó toda forma de armar a los obreros ya que dichas proposiciones “equivalen a mostrar desconfianza en el ejército”. (Esto es, por supuesto, verdad. Y los estalinistas, por supuesto, nunca muestran desconfianza en el ejército burgués. Así, aún después del golpe de ayer, el Daily World del 12 de septiembre pretendía que solamente estaba implicada “una sección” de las fuerzas armadas, concretamente “las Fuerzas Aéreas, tradicionalmente pertenecientes a la clase media alta”. El ejército, sin duda, agradeció esta “confianza”, que facilitó el golpe reaccionario de los generales.)
Poco antes del golpe, Bernard Fajon, líder del PC francés, al volver de Chile, dio una conferencia de prensa para denunciar:
“… ciertas teorías económicas que hacen hincapié en la destrucción de las viejas estructuras….
“La ocupación de las fábricas por los obreros… transformada en ciertos casos en la toma de empresas que no estaban incluidas en el programa de nacionalizaciones….
“… posiciones irresponsables y aventuristas, como el eslogan izquierdista de exhortar a los soldados a desobedecer [órdenes], lo cual facilita los esfuerzos de los oficiales favorables a un golpe de estado; como el eslogan izquierdista de control obrero exclusivo en todas las fábricas; que tiende a unir a los ingenieros y a los profesionales contra la clase obrera…
“El Partido Comunista de Chile ha llevado a cabo y todavía continúa haciéndolo, una lucha constante en contra de estos puntos de vista absolutamente dementes….”
― Le Monde, 3 de septiembre
Mientras tanto, a la vez que el Partido Comunista estaba clamando por unirse con la Democracia Cristiana y desarmar a los “ultra-izquierdistas”, exhortando a los obreros a devolver las fábricas a sus dueños legales, la Unión Soviética no dio prácticamente ninguna ayuda económica a Chile. El cinismo descarado que se esconde tras las exhortaciones de los estalinistas a la “unidad de todas las fuerzas democráticas” (es decir, incluyendo los demócratas cristianos en Chile que acaban de ayudar a preparar un golpe contrarrevolucionario, y demócratas liberales estadounidenses tales como Lyndon Johnson) queda expuesto en el insensato comentario que hizo Angela Davis en un mitin pro-Allende después del golpe: “No creo que esto sea una derrota; por supuesto es un retraso” (New York Times, 12 de septiembre). Con retrasos como éste, ¿cómo será una verdadera derrota?
Pero la lógica de colaboración de clases del estalinismo no se limita a los seguidores directos de Brezhnev y Kosyguin. El antiguo guerrillero Fidel Castro puso de manifiesto en toda su gloria su apoyo al gobierno burgués de la UP durante su visita en noviembre de 1971 cuando exhortó a los obreros del cobre de Chuquicamata a moderar sus demandas por un aumento de sueldo y a trabajar más duro. Pocos meses después, invitó a unos generales chilenos a visitar Cuba como una demostración más de su solidaridad “antiimperialista”.
La preparación del golpe
Para disculpar sus traiciones en Chile los estalinistas pretenden ahora que el golpe es obra de fascistas y reaccionarios extremos en alianza con la CIA. No cabe duda de que ultra-derecha dirigió el golpe y de que estaba en comunicación con el gobierno estadounidense. La oferta de un millón de dólares que hizo la ITT en 1970 para echar a Allende está ciertamente relacionada con la presencia “accidental” de buques de la marina americana en aguas chilenas el día del golpe.
Pero el hacer responsables del golpe solamente a los “ultras” y a la CIA es hacer caso omiso del grueso de la burguesía chilena. ¡El Partido Comunista quiere que nos creamos que sólo los capitalistas norteamericanos defienden su propiedad! En realidad, los capitalistas chilenos se vieron venir lo que iba a pasar cuando los comités obreros tomaron centenares de fábricas después del intento fallido del golpe del 29 de junio; el Estado Mayor del Ejército se les unió después del descubrimiento de células izquierdistas en la Marina a principios de agosto. El golpe del 11 de septiembre es el resultado. Este golpe no fue un complot fascista ni la obra de unos cuantos militares “ultras”. Representa la decisión de los sectores claves de la burguesía de aplastar al movimiento obrero, cada vez más combativo. Todos los sectores importantes de la clase capitalista chilena, incluyendo los demócratas cristianos “moderados” y los oficiales “constitucionalistas”, están involucrados de una manera u otra.
Que su verdadera meta es destrozar el movimiento obrero fue ampliamente probado el primer día del régimen militar. La caída del gobierno fue efectuada rápida, casi quirúrgicamente, por un pronunciamiento clásico de los Jefes de las fuerzas armadas y un breve bombardeo del palacio presidencial. La guardia presidencial se rindió mientras que Allende, o se suicidó o le pegaron un tiro. Pero durante el primer día del régimen militar, más de 1.000 personas fueron asesinadas y más de 100 líderes de partidos obreros y sindicatos fueron arrestados. Los generales amenazaron con volar cualquier fábrica que se resistiera.
Su preocupación principal eran los comités obreros (los “cordones industriales”) que estaban creciendo como hongos en las zonas industriales alrededor de Santiago. El New York Times de 12 de septiembre reportó que: “En el pronunciamiento por la junta que tomó el poder hoy, se citó a los grupos en las fábricas como una causa para la revuelta.” Dos días antes, un comando de las Fuerzas Aéreas había intentado la redada de la importante fábrica de tejidos Sumar, en busca de armas. Los obreros, que habían ocupado la fábrica, lograron rechazar a tiros a los soldados y el comando se vio finalmente forzado a retroceder cuando llegaron refuerzos de las fábricas de alrededor (Le Monde, 11 de septiembre). Las Fuerzas Aéreas habían llevado a cabo redadas similares dos veces en agosto, aparentemente tratando de provocar un tiroteo con los obreros. Esta vez perdieron ― y eso, quizás, fue la gota que hizo desbordar el vaso; ya era horade desembarazarse de Allende. Llevado al poder para controlar el movimiento obrero, dejó de ser útil cuando demostró una y otra vez que era incapaz de disciplinar a los obreros. Y la burguesía lo derribó de un papirotazo.
Que el golpe no fue simplemente la obra de fascistas y ultra-reaccionarios se demuestra por varios hechos: además del Almirante José Toribia Merino, un simpatizante de Patria y Libertad, la junta incluye también al comandante del Ejército, el General Augusto Pinochet, un “constitucionalista” de primera categoría. Aún más, la reciente serie de sucesos fue iniciada por la dimisión del General Carlos Prats el 23 de agosto. Prats, el principal “constitucionalista” y Ministro de Defensa, dejó el gobierno para, como él dijo, “preservar la unidad de la institución” (las fuerzas armadas). Le siguieron otros dos ministros militares. Estas dimisiones representaran un voto de desconfianza en el gobierno por todas las secciones del estado mayor de las fuerzas armadas. Desde ese momento, el golpe era simplemente una cuestión de tiempo y personal.
Tampoco era simplemente una cuestión militar. El ambiente para la toma de poder por los militares vino dado por el caos económico que resultó del para de los dueños de camiones, tenderos y profesionales, paro que había durado más de un mes y medio. Esto fue un claro esfuerzo político concebido para derribar el gobierno, lo mismo que el paro similar del año pasado. La confederación de dueños de camiones está íntimamente ligada al Partido Nacional, mientras que la mayoría de los otros gremios profesionales están unidos a los demócratas cristianos. Tanto en noviembre como en agosto de este año el PDC apeló directamente a sus asociaciones a que se unieran a la acción contrarrevolucionaria. Así, mientras que sus líderes en el Parlamento hablaban apaciguadores de esperar a las elecciones de 1976, el Partido Demócrata Cristiano se estaba preparando para el golpe lo mismo que todos los otros sectores de la burguesía.
La izquierda “revolucionaria”
A medida que las masas de obreros y campesinos chilenos se han ido desilusionando progresivamente con los reformistas PC y PS, han empezado a buscar una dirección alternativa. Muchos se han unido al Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el grupo más importante a la izquierda de la UP. El MIR es un grupo estilo “nueva izquierda” y castrista, que hasta 1970 se concentró principalmente en organizar a los campesinos hacia las tomas de tierra y la guerra de guerrillas. Después de adoptar una línea ultra-izquierdista al abstenerse por principio en la elección de 1970, el MIR viró en redondo de repente y publicó una declaración inmediatamente después de la elección dando apoyo crítico a Allende. Continuó de una manera u otra pidiendo que se apoyase a la UP hasta el final: “El Movimiento de Izquierda Revolucionaria sostiene que a pesar que no concordamos con cada paso de la Unidad Popular, que a pesar de que tengamos diferencias con aspectos de su política, ello no significa que tengamos que ir a una ruptura definitiva con la Unidad Popular” (Punto Final, 9 de noviembre de 1971). Pero es precisamente una “ruptura definitiva” lo que se necesita. Tenemos aquí un gobierno ligado a un sector de la burguesía, cuya tarea principal es frenar el impulso de los obreros hacia la revolución ― ¡y el MIR le da apoyo crítico! Por este acto de traición de clase debe asumir una gran parte de la responsabilidad por el golpe.
Aún más, el MIR omitió el elevar la demanda clave durante este período de armar a los obreros y de formar milicias obreras basadas en los sindicatos (y los cordones industriales). En lugar de esto, los documentos del MIR hablan sólo en los términos más generales de las limitaciones de las reformas pacíficas y la necesidad de “acumular poder para aplastar cualquier intento sedicioso o la guerra civil que intentarán los explotadores” (El Rebelde, 23-30 de mayo). La actividad principal de la organización ha sido tomas de tierras y de fábricas que, por muy militantes que hayan sido, no tocaron para nada la cuestión del gobierno de Allende.
Chile y la Izquierda norteamericana
Así, entre las mayores organizaciones socialistas en Chile no hay ninguna que pidiese la substitución del régimen de frente popular por un gobierno obrero, es decir, que exhortase a la clase obrera a romper con la burguesía; en su lugar, capitularon ante la tremenda popularidad (inicial) del gobierno de la UP entre las masas trabajadoras. En los EE.UU., de todas las organizaciones ostensiblemente trotskistas la única que se declaró abiertamente contra el gobierno del frente popular de la UP desde el principio fue la Spartacist League. Inmediatamente después de las elecciones de 1970 escribimos:
“Es el deber más elemental de los marxistas revolucionarios el oponerse irreconciliablemente al frente popular en las elecciones y no tener absolutamente ninguna confianza en él una vez en el poder. Cualquier ‘apoyo crítico’ a la coalición de Allende sería una traición a la clase, abriendo el camino para una derrota sangrienta del proletariado chileno cuando la reacción doméstica, auxiliada por el imperialismo internacional, esté lista.”
― Spartacist, noviembre-diciembre de 1970
En contraste, la oportunista Workers League escribió que “los trabajadores deben hacer que Allende mantenga sus promesas…” (Bulletin, 21 de septiembre de 1970), mientras que la evaluación inicial de la elección de Allende del ex-trotskista Socialist Workers Party (en Intercontinental Press, el 5 de octubre de 1970) equivalía de hecho a un apoyo crítico: “… el no reconocer sus elementos positivos, condenándola in toto basados en un dogmatismo sectario, significaría un aislamiento suicida.” Ciertamente hubiera significado el aislamiento en los primeros meses del gobierno de la Unidad Popular. Pero la posición de principios trotskista de oposición inflexible al frente popular era de hecho la única alternativa al suicidio. Fue el apoyar a Allende lo que condujo al presente golpe contrarrevolucionario.
Un eslogan no puede ser aplicado mecánicamente a todas las situaciones. Así en el momento del golpe del 29 de junio y durante la última parte de agosto la SL pidió la formación de “un frente unido de todas las organizaciones obreras para aplastar la ofensiva derechista-militarista en Chile, y a la vez continuar la lucha para el derrocamiento del gobierno del frente popular de los ‘socialistas’ y los generales mediante una revolución proletaria” (“Enfrentamiento en Chile, 4 de septiembre). Hoy, los marxistas deben luchar por aplastar la Junta con un levantamiento obrero. ¡Pedir apoyo para la UP es reafirmar una política cuya naturaleza suicida está siendo probada en este mismo momento! En una situación similar, cuando se vieron frente al intento del General Kornilov en agosto de 1917 de echar abajo al gobierno de Kerensky y aplastar a los obre ros revolucionarios de Petrogrado, los bolcheviques pidieron la formación de un frente unido de todas las organizaciones obreras para aplastar a los conspiradores contrarrevolucionarios y hasta lucharon al lado de las tropas del gobierno burgués de Kerensky. “Incluso ahora nosotros no debemos apoyar al gobierno de Kerensky”, escribió Lenin:
“Lucharemos, estamos luchando contra Kornilov, igual que lo hacen las tropas de Kerensky, pero no apoyamos a Kerensky. Al contrario desenmascaramos su debilidad. Ahí está la diferencia. Es una diferencia sutil, pero es altamente esencial y no debe ser olvidada.”
― “Al Comité Central del P.O.S.D.R.”, 30 de agosto de 1917
Pero por supuesto en la situación chilena seria manifiestamente absurdo pedir ni siquiera apoyo militar al gobierno de la UP, que ya ha sido aplastado.
Así mismo, pedir a todos los “demócratas” que defiendan las libertades civiles es no entender en absoluto cual es la naturaleza del presente golpe. La junta suprimirá sin duda las libertades civiles, aún para los partidos burgueses, durante un cierto tiempo. Pero su tarea fundamental es aplastar el movimiento obrero, y ella, a su vez, sólo puede ser destrozada por una ofensiva proletaria.
Nunca han estado más claras las líneas de demarcación entre el marxismo revolucionario y el oportunismo. Han sido perfiladas con sangre, la moneda con que se pagan las traiciones.