Histeria imperialista sobre Afganistán
¡Viva Ejército Rojo!
Traducido de Spartacist (edición en Inglés) Nos. 27-28, Invierno de 1979-80. Esta versión fue impresa en Spartacist en español no. 8, agosto de 1980. Importantes críticas adjunta.
El gobierno norteamericano habla como si estuviera a punto de lanzar la Tercera Guerra Mundial sobre la cuestión de Afganistán – o al menos en forma sustitutiva en torno a los Juegos Olímpicos. En su discurso presidencial sobre el “estado de la Unión” este año, Jimmy Carter amenazó abiertamente con un enfrentamiento nuclear con la Unión Soviética en el Golfo Pérsico. Debido a que la URSS acudió en ayuda de sus aliados en Kabul, Washington se imagina que el ejército soviético se apoderará de los yacimientos petrolíferos en Irán y Arabia Saudita y que Brezhnev el torpe fomentará la revolución entre los kurdos, turkomanes y por encima de todo los baluchis. Eso es un disparate evidente pero el presidente norteamericano lo cree. De veras.
Detrás del actual delirio de Guerra Fría en Washington está el deseo imperialista fundamental de echar abajo las conquistas sociales de la Revolución de Octubre rusa. No obstante, en comparación con la situación de hace 20 años, la posición internacional de los EE.UU. se ha debilitado mucho mientras que el papel de sus aliados imperialistas ha aumentado mucho. El final de la hegemonía estadounidense fue señalado por la Nueva Política Económica de Nixon, anunciada el 15 de agosto de 1971, que destruyó las bases del sistema monetario internacional del capitalismo en la postguerra. Ahora los EE.UU. se encuentran con la indiferencia de Europa Occidental y Japón cuando llaman por boicots económicos contra Irán y la Unión Soviética. No cabe duda de que Carter es capaz de arrojar al mundo entero en un holocausto nuclear, pero queda por verse si él está en condiciones de movilizar al pueblo a escala nacional o a los aliados imperialistas en el exterior para proseguir en los hechos una nueva Guerra Fría.
El despliegue efectivo de miles de tropas soviéticas a Afganistán constituye una humillación tremenda para el imperialismo norteamericano. El alto mando ruso observaba mientras el Irán de Jomeini se deslizaba en un caos casi total, mientras los portaviones estadounidenses desfilaban en el Mar de Omán, mientras el gobierno de Kabul aliado con la URSS se veía amenazado de una jihad (guerra santa) islámica reaccionaria. Viendo la parálisis de Washington frente a la situación iraní, los burócratas del Kremlin aprovecharon la oportunidad para aplastar el levantamiento de los mulahs y los kanes afganos y mientras tanto extendieron su perímetro de defensa unos centenares de kilómetros por el flanco este de Irán.
La opinión antisoviética alrededor del mundo – desde la Casa Blanca hasta la Gran Sala del Pueblo en China, desde las neocolonias “no alineadas” como Zambia hasta los Partidos Comunistas de España e Italia – lanzó injurias contra el “expansionismo soviético” que supuestamente “había pisoteado la soberanía e integridad nacional de Afganistán”. La prensa imperialista se puso en pie de guerra, haciendo todo lo posible para crear simpatía por los “combatientes por la libertad” que enfrentaban con palos y piedras y cantos de “alá akbar” a sofisticados tanques y aviones. Pero en el choque militar entre los soldados soviéticos que respaldan al Partido Demócrata Popular de Afganistán (POPA) y las fuerzas feudales (y prefeudales) respaldadas por el imperialismo, los marxistas se ponen al lado de las fuerzas que representan el progreso social; ahora encabezadas por los tanques rusos. Es por esta razón que la tendencia Espartaquista internacional ha proclamado a toda voz: ¡Viva Ejército Rojo! ¡Extender conquistas sociales de la Revolución de Octubre a pueblos de Afganistán!
Aun si esta incorpora el país al bloque soviético – lo cual sería un paso adelante enorme comparado con las actuales condiciones de Afganistán – hoy día eso solamente podría ser como un estado obrero burocráticamente deformado. Sólo partidos trotskistas armados con el programa de la revolución permanente pueden conducir las masas coloniales a su liberación total – por medio de una revolución política proletaria en la URSS vinculada a revoluciones socialistas desde Irán hasta los centros imperialistas. ¡Pero la liberación de las masas afganas ya ha comenzado!
Otra vez la Guerra Fría
El pretexto de la presencia de tropas soviéticas en Afganistán fue utilizado por el presidente norteamericano Carter y su consejero de “seguridad nacional” Zbigniew Brzezinski con el fin de poner por obra su retórica de “derechos humanos” antisoviética. Washington está organizando un boicot de trigo contra la Unión Soviética con la esperanza de fomentar el descontento social. He aquí el mensaje de Carter/Brzezinski para el pueblo soviético: ¡Muéranse de hambre por los “derechos humanos”! Pero dudamos que las masas soviéticas, que sobrevivieron el sitio de Leningrado por Hitler, responderán favorablemente a este chantaje por parte de los dirigentes imperialistas norteamericanos.
Y la alimentación está lejos de ser el arma más poderosa. Las mentiras piadosas de Carter sobre SALT (Discusiones sobre la Restricción de Armas Estratégicas) pertenecen a la historia ahora que los EE.UU. emprenden una campaña masiva de armamentos. Ahora en el oeste de los EE.UU. habrá un extraño sistema subterráneo masivo para transportados proyectiles móviles MX, concebidos como arma de primer ataque. Carter exigió que los aliados del OTAN, incluyendo Alemania Occidental, aceptaran 572 proyectiles nucleares dirigidos a la URSS y comprometió a los EE.UU. a aumentar sus gastos militares en un 5 por ciento anualmente durante los próximos cinco años. Todo esto ocurrió antes de la crisis afgana!
Ahora la palabrería de la “distensión”, SALT, etcétera con la cual los imperialistas buscan negociar el desarmamiento del estado obrero degenerado soviético ha sido desechada. Naturalmente esta farsa diplomática contrarrevolucionaria no habría llegado hasta tal punto si no fuera por las ilusiones pacifistas de colaboración de clases por parte de la burocracia del Kremlin.
Dando otro paso en su campaña belicista, Washington envió al secretario de “defensa” Harold Brown a Pekín para intensificar la alianza antisoviética de los EE.UU. y China, que ya ha sido sometida a prueba dos veces en el terreno militar: durante la invasión sudafricana a Angola y luego con la invasión china a Vietnam. Ahora el Pentágono quiere que los estalinistas de Pekín suministren armas a los rebeldes reaccionarios afganos a través de Pakistán, un cliente mutuo. Con una franca belicosidad inusitada, el brindis de Brown en un banquete oficial llamaba a China a unirse al imperialismo norteamericano “con acciones complementarias en el campo de defensa así como en la diplomacia”.
Los rusos por fin están hartos del cargamento nuclear del OTAN, de la “modernización” del arsenal de China, los proyectos para un comando de “despliegue rápido”, la conscripción militar y el presupuesto estratosférico del Pentágono. En una reunión en Moscú con el presidente de la Asamblea Nacional francesa Jacques Chaban-Delmas, Brezhnev, según se informa, advirtió que Rusia “no toleraría” el armamento nuclear de Pekín por los EE.UU., declarando: “¡Créame, después de la destrucción de los sitios nucleares chinos por nuestros proyectiles, no habrá mucho tiempo para que los norteamericanos escojan entre la defensa de sus aliados chinos y la coexistencia pacífica con nosotros!”.
Ya que Carter ha hecho de los rusos el blanco de su furor desenfrenado de Guerra Fría – la anulación de los pactos de “distensión”, el bloqueo de aviones de la Aeroflot y del trigo contratado; el intento por algunos controladores aéreos de Nueva York de hacer estrellar un avión soviético que llevaba al embajador de la URSS en Washington – el ultimátum de Brezhnev parece eminentemente razonable.
En realidad, para un sector extenso de la opinión pública, Washington está actuando como un perro rabioso que se ha escapado de la cuerda. George Kennan, uno de los arquitectos célebres de la primera Guerra Fría, sin duda expresa el sentimiento de una parte considerable de la burguesía cuando amonesta contra las “estridentes advertencias públicas” de Carter de acción militar:
“No puedo recordar ningún ejemplo en la historia moderna donde tal colapso de comunicación política y un tal triunfo de sospechas militares desenfrenadas como las que hoy día marcan las relaciones soviéticas-norteamericanas no han terminado, al final, en un conflicto armado.”
– New York Times, 1 de febrero de 1980
Por su parte, el Kremlin todavía busca una acomodación con elementos “realistas amantes de la paz” de la burguesía imperialista. Cualesquiera que sean las respuestas defensivas rusas al delirio de Guerra Fría de Carter, la burocracia estalinista rusa sigue aferrada a la “coexistencia pacifica” con el capitalismo mundial. Pero su “coexistencia pacifica” no traerá la paz. Como declaró el dirigente trotskista norteamericano James P. Cannon durante la Guerra de Corea:
“La lucha de clases de los trabajadores, fusionándose con la revolución colonial en una lucha común contra el imperialismo, es la única verdadera lucha contra la guerra. Los estalinistas que predican otra cosa son unos mentirosos y engañosos. Los obreros y los pueblos coloniales tendrán la paz cuando tengan el poder y utilicen su poder para ganársela y hacerla por sí mismos. Este es el camino de Lenin. No hay otro camino a la paz.”
– The Road To Peace (1951)
Clamor sobre Afganistán
Hoy día en Afganistán el imperialismo estadounidense se ha confabulado con los defensores del precio de novia y el velo, de la usura y la servidumbre, y la miseria perpetua. La victoria de los insurgentes islámicos en Afganistán sería la perpetuación de la esclavitud feudal y prefeudal. Por esa razón hemos reivindicado la victoria militar del régimen nacionalista de izquierda del PDPA. Ahora el despliegue directo de las tropas soviéticas y la confirmación de los vínculos imperialistas de los rebeldes islámicos cambia los términos del conflicto. Ya que los dirigentes estalinistas del Kremlin, por razones defensivas, han tomado por una vez una postura genuinamente roja se plantea directamente la defensa de la URSS misma. Y los trotskistas permanecemos en nuestros puestos.
Se ha dado mucha importancia al “derecho a la autodeterminación” de los afganos – una cuestión entenebrecida (y subordinada a las cuestiones primordiales de clase) ya que Afganistán es un estado y no una nación. Pero si este, según Carter, “pueblo islámico ferozmente independiente” está al punto de sufrir una opresión nacional horrorosa a manos de los soviéticos, ¿cómo se explica el dije Moscú pudo emplear tropas musulmanas de la Asia Central soviética? Evidentemente porque saben que las condiciones de la Asia Central soviética son con mucho superiores a las del Afganistán infestado de mulahs. En particular, la posición de la mujer constituye un índice clave del progreso social. Como ha reconocido el New York Times (9 de febrero de 1980), “Fue el otorgamiento de nuevos derechos a las mujeres por parte del gobierno revolucionario de Kabul que empujó a los hombres musulmanes ortodoxos de las aldeas pashtunes de este de Afganistán a empuñar las armas.” Al afgano le costó toda una vida ahorrar el precio de novia, o se endeudó para toda la vida con los prestamistas que cobraban créditos usurarios y daban a los mulahs su parte en donativos. Representaba para la mujer la esclavitud y para el hombre sin medios la inaccesibilidad de relaciones sexuales con mujeres.
Desde un punto de vista militar la intervención soviética puede o no haber sido acertada, aunque de todos modos oponerse a los insurgentes reaccionarios islámicos apoyados por el imperialismo es, desde luego, profundamente justo. No cabe duda de que los revolucionarios en este conflicto tomamos el lado del Ejército Rojo. Es más, aunque innecesario en términos militares, sería una respuesta natural por parte de los jóvenes de izquierdas en todo el mundo el deseo entusiasta de alistarse en una brigada internacional para luchar contra los rebeldes reaccionarios vinculados con la CIA.
Sin embargo, en forma escandalosa, la mayor parte de la izquierda de los países occidentales armoniza con Carter o los maoístas, viejos perros falderos del Pentágono, aplauden el embargo imperialista de trigo y piden a los EE.UU. que aumenten la ayuda a los insurgentes islámicos. Su histeria antisoviética llega a tal extremo que en Frankfurt (Alemania Occidental) se unieron a los ultraderechistas afganos en un intento de matar a puñaladas a un dirigente de la Trotzkistische Liga Oeutschlands (sección de la TEI) el pasado 25 de enero. Hasta presuntos trotskistas como el IMG (sección inglesa del Secretariado Unificado) se unen al clamor imperialista. Estos sacaron su periódico con el titular “Tropas soviéticas fuera de Afganistán”. Sus camaradas de la LCR francesa oscilan de una semana a otra entre oposición a los mulahs y oposición al ejército soviético. Y el SWP norteamericano finge que “la intervención soviética no es la cuestión clave” y que es mentira denominar a las tribus “rebeldes musulmanes”. Mientras tanto, el “Comité Paritario”, seudoizquierdista de los morenistas y lambertistas ¡llama por apoyo militar a los reaccionarios afganos e incluso por extender la “Revolución Islámica” a la Unión Soviética!
Una de las causas de la confusión vergonzosa de estos seudoizquierdistas y de su apoyo directamente contrarrevolucionario a los rebeldes respaldados por los imperialistas es que todos ellos apoyan al movimiento análogo del vecino Irán – el régimen teocrático cerical-feudalista de Jomeini. Pero en Afganistán la CIA y Jomeini están en el mismo lado de las barricadas, y el apoyo masivo del Ejército Rojo al régimen de Kabul en contra de la sublevación tribal islámica respaldada por los EE.UU. y Pakistán plantea la cuestión Russa a quemarropa.
Al darle apoyo militar incondicional al ejército soviético y a las fuerzas del POPA, la tendencia espartaquista de ninguna manera presta confianza política a la burocracia del Kremlin ni a sus aliados nacionalistas de izquierda en Afganistán. Sólo una revolución política proletaria en la URSS puede restaurar auténticamente el Ejército Rojo y el estado soviético a su misión revolucionaria e internacionalista. Sólo el derrocamiento de los estados imperialistas por las clases trabajadoras, bajo la dirección de un partido trotskista de vanguardia, puede poner las bases para el orden socialista mundial que podrá sacar a las regiones profundamente oprimidas y atrasadas como Afganistán fuera de su miseria, aislamiento y oscurantismo, estableciendo una genuina igualdad social de todos los pueblos.
Apéndices
” El problema con la consigna ” Viva el Ejército Rojo en Afganistán” es que falló en distinguir entre el apoyo político y militar. El Ejército Soviético ( que oficialmente no se llama Ejército Rojo” desde 1946) es el brazo militar de la burocracia del Kremlin. Las políticas para el ejército son los de la burocracia. Su rol, por lo tanto, es contradictorio, como de la burocracia misma. En cuanto a que el ejército Ruso defienda la Unión Soviética contra el imperialismo ( y este fue por ende el propósito de ir a Afganistán), estamos militarmente de su lado. Si destruye estructuras sociales opresivas y las reemplazan con la propiedad colectivizada en las áreas bajo su control ( y esta fue indudablemente una de las probabilidades de la intervención soviética), apoyaremos dichas medidas. Pero apoyar acríticamente al Ejército Soviético ( ej. vivarlo) nos pondría en la posición de tenernos que disculpar cuando los estalinistas se acomoden al status quo social o realicen una cobarde retirada. Y, no es sorprendente, que esto es lo que exactamente han hecho en Afganistán.
“….LE, deliberadamente avanza en esta formulación angular a cara de la ola de anti- sovietismo que estaba arreciando en los EEUU. Loable como este impulso pudo haber sido visto , no hay nada alrededor acerca del hecho que tomándolo literalmente dicha consigna y por si mismo, la misma puede llevar a adoptar políticamente el rol Soviético en Afganistán.
“…El llamado por ” La Victoria Militar del Ejercito Soviético” corresponde a la situación concreta en Afganistán, porque nos coloca del lado soviético en la batalla, pero sin responsabilizarnos por las traiciones de los Estalinistas”
– 1917 Nº 5, invierno 1988-89
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” La cuestión de ” vivar” a las tropas Soviéticas es de 1939, durante la lucha histórica fraccional en el Partido Socialista de los Trabajadores de los EEUU, contra la oposición revisionista, liderada por Max Shachtman, quien no deseaba defender a la USSR. Shachtman tenía una agenda diferente que sus contemporáneos de la LE, pero él comparte sus mismos intereses en borrar la línea entre apoyo político y militar a la USSR en conflictos con estados capitalistas. Es así que aquel preguntó: si la USSR continuaba siendo aún un Estado Obrero, “por qué la mayoría no propone en vivar el avance del Ejército Rojo en Polonia..” como lo hicieron los revolucionarios en los días de Lenin. En respuesta, Trotsky explicó bastante claramente porque la Cuarta Internacional no propuso “vivar” al Ejército Rojo de Stalin:
” Lo nuevo en la situación (comparado a 1920) es la bancarrota de la Tercera Internacional, la degeneración del estado Soviético, el desarrollo de la Oposición de Izquierda, y la creación de la Cuarta Internacional…Y todos estos eventos explica suficientemente porque hemos cambiado radicalmente nuestra política hacia el Kremlin, incluyendo su política militar”
En defensa del Marxismo–
-1917 Nº 7, invierno 1990