¡Alto a las deportaciones racistas de Reagan!
¡Por acción obrera contra la migra!
Traducido de Workers Vanguard No. 305, 14 de mayo de 1982. Esta versión fue impresa en Spartacist en español No. 12, febrero de 1983.
Aproximadamente 6.000 trabajadores extranjeros fueron apresados la semana pasada durante una muy publicitada redada del Servicio de la Inmigración y Naturalización (INS) estadounidense en barrios latinos, fábricas y talleres en todo el país. Los detenidos, 87 por ciento de ellos de origen mexicano, fueron llevados en manada por agentes de la Policía Fronteriza (Border Patrol) y el INS a corrales especiales de detención donde no se les permitía comunicarse con abogados ni familiares ni nadie. Por medio de la intimidación se obligó a muchos a firmar declaraciones de “salida voluntaria”, y centenares fueron echados inmediatamente en autobuses y llevados al otro lado de la frontera. La campaña de detenciones masivas, que duró una semana, fue parte integrante de la racista y anticomunista política de inmigración de la administración Reagan para “resguardar las fronteras de los EE.UU.” Bajo la denominación grotesca de “Operación Empleos”, fue un claro intento de hacer de los “forasteros ilegales” el chivo expiatorio por el enorme aumento del desempleo ― a la fecha 12,5 por ciento (unos 13 millones), la tasa más alta desde antes de la Segunda Guerra Mundial.
Las redadas racistas de Reagan constituyeron un ataque contra la totalidad del movimiento obrero y era obligación imperiosa de los trabajadores protestar urgentemente este atropello. La Spartacist League (SL) llevó a cabo manifestaciones en San Francisco y Los Angeles el 27 de abril ―al día siguiente de iniciada la abatida― y en Nueva York el 30 de abril para exigir: “¡Alto a las redadas del INS! ¡Alto a las deportaciones! ¡Plenos derechos ciudadanos para todos los trabajadores extranjeros y sus familias! ¡Asilo para los refugiados del terror de la junta salvadoreña!” En San Francisco los voceros espartaquistas hicieron referencia al peligro que en particular se enfrentan los salvadoreños detenidos: para ellos la deportación significará sin duda alguna la tortura y la muerte. En Nueva York las protestas se enfocaron sobre la situación desesperada de los refugiados haitianos internados en los campos de concentración de Ronald Reagan para los negros “ilegales”.
Además de alentar la xenofobia, otro propósito principal de las redadas era intimidar a los obreros indocumentados. En Los Angeles, mientras “la migra” caía en los lugares de trabajo muy de mañana, la numerosa población hispana no salía a la calle. Desde días antes, los rumores reportados en la televisión mexicana sobre la inminente abatida habían convertido al centro de Los Angeles en una ciudad abandonada. Las ventas en los grandes almacenes a lo largo de la Broadway, una avenida normalmente muy animada, se redujeron en un 40 a 80 por ciento. El nivel de ausentismo en las fábricas era tan alto que muchos fabricantes se vieron obligados a reducir e incluso parar la producción. El propietario de una cadena de teatros donde se exhiben películas en español informó que sus taquillas registraban una baja del 70 por ciento en la venta de entradas. Lo único que lograron las redadas fue “apresar gente de piel morena… e infundir miedo y dolor a toda la comunidad hispana” (Los Angeles Times, 5 de mayo). Un incidente ocurrido el sábado fue un indicio del terror que reinaba en Los Angeles, donde según datos oficiales un 27 por ciento de la población es procedente de otros países. Un grupo de maoístas tenía planeado desfilar por la Broadway en ocasión del 10 de mayo y la policía de Los Angeles cayó sobre ellos. La gente que andaba de compras, creyendo que la imponente presencia policial era una redada de la migra, de repente se esparció a los cuatro vientos. Un tendero comentó: “No lo podía creer. Algunos de ellos [los clientes] abandonaron simplemente sus paquetes de compras sobre mi mostrador y desaparecieron. Las madres dijeron ‘vengan niños’ y se los llevaban de la mano.”
¿Quién más haría este trabajo?
Todo el guión de la “Operación Empleos” fue elaborado para tener impacto político, supuestamente enfocándose sobre “trabajos de alta remuneración”, como programadores de computadoras, que “deberían pertenecer a los ciudadanos”. Pero resulta que no encontraron ninguno. Al final el INS informó que el salario promedio de los detenidos era de 4,75 dólares por hora. De modo que se abatió sobre la gente de siempre ―conductores de taxis “piratas” en Nueva York, limpiadores de pescado en bodegones del Medio Oeste, cocedores de calzado en los talleres de Los Angeles. En Chicago la lista de “oportunidades de trabajo” creadas como resultado de las redadas fue pasada a laOperación PUSH, organización de fomento del “capitalismo negro” del Rev. Jesse Jackson. Un comerciante en frutas y legumbres del Bronx que acusó a los agentes del INS de haber llegado “como la Gestapo”, informó pocos días más tarde que las “vacantes” habían sido llenadas por otros ilegales. “¿Quién más querría hacer este trabajo?” preguntó, señalando a los trabajadores que levantaban pesados bultos de papas y seleccionaban frutas y legumbres. “Nadie más, sólo esta gente.”
Los aproximadamente seis millones de trabajadores extranjeros indocumentados que hay en este país en la actualidad, están aquí porque el capitalismo norteamericano necesita de mano de obra barata, no sindicalizada y sin derechos legales, sometida a una sobreexplotación para mantener “competitivas” (léase rentables) a ciertas industrias. Durante los períodos de auge (“boom”) de la economía los patrones están complacidos de tenerlos para los trabajos agobiantes en el agro y de poder hacerlos sudar a cambio del salario mínimo (o por menos) para los capitalistas cucarachas de industrias en decadencia. El sufrimiento brutal e inhumano al que son sometidos los trabajadores agrícolas migrantes mexicanos y haitianos se dio a conocer en recientes procesos judiciales a “contratistas de mano de obra” en el Sur acusados de secuestro, servidumbre involuntaria, peonaje y esclavización. Pero cuando llega el “crac” del ciclo económico, la represión gubernamental a los trabajadores indocumentados sirve como una válvula de escape para el desasosiego potencialmente explosivo creado por el desempleo masivo. El año pasado el INS deportó, solamente a México, a 850.000 “ilegales”.
Con todo su histerismo por “cerrar las fronteras de los EE.U.U.” al comunismo “mojado” tratando de cruzar el Río Bravo, Ronald Reagan, vinculado desde hace mucho tiempo al capitalismo agrícola de California, está sobre todo interesado en controlar el flujo de trabajadores extranjeros. El proyecto de ley de inmigración que Reagan ha enviado al Congreso hace referencia a “trabajadores huéspedes” al estilo de los Gastarbeiter de Alemania Occidental. Lo que quiere la actual administración es el restablecimiento del programa bracero de a principios de los años 50, en el que la mano de obra de peones era suministrada por el gobierno mexicano. (Así se les puede confinar a barracas en el campo lejos de las ciudades donde podrían “causar problemas” y hacer uso de servicios sociales.) Pero con la recesión que siguió al fin de la guerra de Corea este programa fue cancelado, y con la “Operación Mojados” decenas de millares de trabajadores inmigrantes mexicanos fueron detenidos y metidos en campos de concentración a todo lo largo del Río Bravo. El cantante folklórico norteamericano Woody Guthrie captó la desesperanza de las víctimas sin rostro y sin nombre en su canción, “All They Will Call You Will Be, Deportee” (“Deportado”).
¡Defender al obrero inmigrante!
Desde los talleres de costura pasando por las minas de carbón de las Montañas Apalaches hasta las fábricas de acero y plantas automotrices del Medio Oeste, históricamente la industria norteamericana fue creada casi exclusivamente con la fuerza de trabajo de obreros inmigrantes. La defensa de los trabajadores de origen extranjero ha sido siempre una tarea clave para quienes se proponen organizar a la clase obrera en contra de los esfuerzos de los patrones por dividir para reinar. Sin embargo, en los primeros años de la lucha de los obreros por organizarse, cuando estaba en gran parte limitada a los oficios calificados, la AFL de Gompers y las organizaciones sindicales que la precedieron (a excepción de los Caballeros del Trabajo [Knights of Labor]) no querían tener nada que ver con los trabajadores inmigrantes y alentaron de la manera más pérfida el racismo de la “amenaza amarilla” (oriental).
En el período de la posguerra, el movimiento sindical norteamericano se ha mostrado desvergonzadamente indiferente ante la suerte de los trabajadores extranjeros. Y recientemente hasta los burócratas sindicales “progresistas” han empezado a impulsar lemas chauvinistas estilo “Norteamérica primero”. La respuesta del jerarca del sindicato de los obreros automotrices (UAW) Doug Fraser a la crisis de la industria automovilística es el veneno del proteccionismo anti-japonés. César Chávez del sindicato de los trabajadores agrícolas (UFW) ¡pidió a la Policía Fronteriza que hiciera redadas para acorralar trabajadores mexicanos indocumentados en los campos de California! En el Congreso estadounidense la confederación sindical AFL-CIO apoya el proyecto de ley Simpson-Mizzoli (S.2222) para que se haga más difícil a los patrones dar empleo a trabajadores extranjeros. Hay algunas excepciones. Después de confiar durante años en sus cantinelas patrioteras, el sindicato de la industria de la costura (ILGWU) ha comenzado por fin a organizar a los “ilegales”. Pero se necesita mucho más.
Los ataques de Reagan contra los obreros, del aplastamiento del sindicato de los controladores de tráfico aéreo (PATCO) a la deportación de trabajadores indocumentados, deben ser enfrentados con una defensa combativa que movilice el poder de la clase obrera. Los sindicatos debieron haber actuado para impedir la entrada de los agentes del INS a las fábricas y haber llamado a la huelga en contra de las redadas. Donde industrias enteras son afectadas, como la de la costura en Los Angeles, una dirección sindical combativa decretaría un paro total de esta rama ante un ataque de los polizontes del INS. (Y puesto que de cualquier modo miles se quedarían en sus casas por temor a “la migra”, esto podría ser una poderosa táctica para organizar industrias predominantemente no sindicalizadas.) Ya que las gavillas de los KKK y las bardas fascistas, que mañana serán utilizadas contra el movimiento sindical, tratan de reclutar a blancos desesperados mediante el terror racial, los sindicatos deben liderar movilizaciones de obreros y negros contra los ataques racistas. El movimiento sindical debe exigir plenos derechos ciudadanos para todos los trabajadores extranjeros y ponerse a la cabeza de protestas en contra de las deportaciones.
Desde los talleres de Nueva York hasta las regiones del sur y el suroeste del país donde se concentra la mayoría de los trabajadores indocumentados, es necesario que se inicie una combativa campaña para “organizar a los no organizados”. Y sólo podrá tener éxito si los sindicatos defienden a los “ilegales”. Como parte de la lucha por empleos para todos, las organizaciones sindicales deben exigir una semana laboral más corta sin reducción del salario. Pero dadas las crisis cíclicas del capitalismo, así como su dependencia de una reserva permanente de desempleados, esta demanda debe formar parte de una movilización revolucionaria de los trabajadores: Por un gobierno obrero que expropie a la burguesía y establezca la economía planificada, eliminando así el desempleo que es el azote de un sistema social arcaico.
Protesta clasista contra las redadas de la migra
Inmediatamente después del anuncio de la acometida racista, la Spartacist League/Spartacus Youth League (SL/SYL) y militantes sindicales combativos anunciaron acciones de protesta. El 27 de abril en Los Angeles, la noticia de una manifestación iniciada por la SL/SYL fue ampliamente difundida por los medios de comunicación, encontrando un eco de sentida indignación en esta ciudad que tiene la mayor concentración de mexicanos en los EE.UU. La protesta fue el acontecimiento principal en el noticiero vespertino del canal 5 de televisión; también se informó sobre la manifestación en el canal 13 y en la radioemisora KFWB. También en San Francisco, donde la manifestación fue anunciada en una conferencia de prensa contra las redadas convocada por el Local 2 del sindicato de empleados de hoteles y restaurantes (muchos de cuyos afiliados son extranjeros), los canales de televisión 2 y 14, así como varias radioemisoras dieron amplia información al respecto.
Además, en el sindicato de los obreros portuarios (ILWU) combativos oposicionistas clasistas del Militant Caucus emitieron un llamado por acción sindical contra las redadas. Una resolución del Caucus al consejo ejecutivo del Local 6 del sindicato decía:
“Las redadas ‘represivas’ del INS durante esta semana constituyen un intento racista por parte de la administración Reagan de culpar a los trabajadores extranjeros por el enorme aumento en el número de cesantes que es resultado directo de la política de desempleo de Reagan. Por esta razón la ILWU (1) tomará medidas para impedir que sus afiliados sean sacados de sus trabajos por las redadas del INS, y (2) la IL WU convocará a una manifestación ante las oficinas del INS este viernes al mediodía (30 de abril) para protestar contra estos ataques racistas.”
El presidente del Local 6 Keith Eickman suprimió esta moción con el argumento increíble de que “no podemos interferir con la ley.” (¡Si esto fuera cierto, el movimiento sindical de nuestros días nunca hubiese sido construido!) Como la indignación causada por las redadas continuó, la SYL organizó un mitin de protesta de frente unido en la San Francisco State University el 5 de mayo que contó con el apoyo de varias personas conocidas en el recinto universitario (el director del Centro de la Mujer, miembros de la Organización de Estudiantes Griegos y miembros de la organización hispana La Raza).
La vida para los trabajadores extranjeros indocumentados bajo la reacción racista de Reagan es horrible y brutal. Refugiados haitianos hacinados en la zahúrda de la Avenida Krome en Miami; pudriéndose tras los alambres de púas sobre el suelo pelado de Fort Allen, Puerto Rico; con el frío calándoles los huesos y en huelga de hambre en las “Siberias norteamericanas” de Lake Placid y Otisville, Nueva York. Refugiados salvadoreños mantenidos incomunicados en el campo de concentración de El Centro en el sur de California, pidiendo asilo mientras el gobierno norteamericano niega que corran peligro alguno si se les envía de regreso a su país para enfrentarse a los escuadrones de la muerte. Miles y miles de trabajadores mexicanos deportados después de la temporada de cosechas, detenidos en allanamientos de fábricas o en las calles en las redadas estilo Gestapo del INS. Pero no a todos los extranjeros se les cierran las puertas de la “tierra de la libertad”. Los renegados anticomunistas polacos son recibidos con brazos abiertos. Una portavoz de la Spartacist League, Diana Coleman, expresó en la protesta del 27 de abril en San Francisco:
“Para los refugiados salvadoreños y haitianos que huyen de las sanguinarias dictaduras que gobiernan sus países no hay asilo aquí. Pero sí hay asilo si se es un criminal de guerra nazi, sí hay asilo si se es un fascista croata. Si se es un torturador vietnamita, un mercenario nicaragüense o un gusano cubano, las puertas de los EE.UU. estarán siempre abiertas para uno.
“A esta abatida racista se le ha llamado ‘Operación Empleos’ y constituye el más grotesco intento por parte de la administración Reagan de culpar a los trabajadores mexicanos por el desempleo en este país. Pues bien. Los trabajadores mexicanos y salvadoreños no causaron la bancarrota de la Chrysler. No fueron los trabajadores mexicanos quienes hicieron que cerrara la planta de la General Motors en Fremont. No son ellos quienes han convertido a Detroit en un inmenso mar de cesantes. Es el capitalismo en crisis y la política de la administración Reagan.”
La lucha contra la victimización de los trabajadores extranjeros sólo puede tener éxito al integrarse en la lucha global por la revolución socialista.
¡Por plenos derechos ciudadanos para los obreros extranjeros!
¡Asilo para los refugiados del terror de la junta!