Apuntes sobre la discusión acerca de Cuba dentro de la Tendencia Revolucionaria
por James Robertson
30 de abril de 1963
(Resumen de los comentarios hechos en la discusión oral. Versión corregida para ser usada en la clase sobre “La cuestión rusa―de Octubre a Cuba”, 24 de noviembre de 1964. Originalmente publicado en Marxist Bulletin 8. Esta versión fue impresa en Cuadernos Marxistas No.2.
(1) El florecimiento desde 1943 de toda una serie de estados anticapitalistas en varias de las zonas más atrasadas del mundo ha clavado al movimiento trotskista en la cruz de varios dilemas. El callejón sin salida teórico y la crisis política para el movimiento nacen de la ausencia aparente tanto de una base proletaria como de una dirección bolchevique de las guerras civiles revolucionarias llevadas a cabo en Yugoeslavia, China, Indochina y Cuba. Consideración aparte merece la Revolución Cubana, cuya dirección victoriosa no fue estalinista en sus orígenes.
Los trotskistas han reaccionado de cuatro maneras diferentes al medir el desarrollo de estos veinte años y adjudicarle signos negativos o positivos desde el punto de vista de la vía al socialismo: (1) Algunos, como actualmente Swabeck [del SWP] sobre China, han llegado a convencerse de que las revoluciones en cuestión son claramente proletarias y, con una dirección marxista-leninista a juego. Esta posición se elimina a sí misma continuamente a causa de la defección del movimiento de los que la apoyan y en realidad no es más que un claro rechazo de la auténtica lucha revolucionaria de la clase obrera de la que el trotskismo no representa más que el firme programa en su profundidad histórica; (2) La mayoría del SWP y los pablistas europeos han llegado, en general, y sin tomar en cuenta ciertas pretensiones formalistas hacia lo contrario, a ver estas revoluciones como básicamente sanas, pero atribuyendo la responsabilidad de los fallos presentes a los lideratos que son insuficientes, inconscientes, o no existen. (Una vez que los que defienden ese punto de vista se dan cuenta de que estos lideratos se han vuelto suficientes, conscientes y existentes, el centrismo se convierte en un revisionismo galopante abandonando rápidamente el terreno del pretendido trotskismo.) (3) Aquellos que mantienen el punto de vista expresado en estas notas ven estas revoluciones como fundamentalmente defectuosas, limitadas, y aún más, con lideratos a juego; (4) Finalmente aquellos que comparten la opinión de la SLL como está expresada en “Trotskyism Betrayed” [“Trotskismo Traído”] dan lugar a un punto de vista que en gran parte o bien niega que se ha producido en absoluto una revolución social, sólida o defectuosa, y correspondientemente que los líderes son capitalistas bonapartistas; o bien dejan sin explicación la transformación fundamental ya admitida, como en el caso de China.
Varios comentarios sobre este panorama de opiniones son evidentes. (a) La simetría entre las posiciones de Swabeck y nuestras surge de que ambos vemos las revoluciones y sus direcciones en consonancia una con otra. (b) La base para una posición común entre nosotros y aquellos como la SLL existen en esta coyuntura porque los mismos puntos programáticos se deducen de cada punto de vista. (c) La posición del grupo francés del CI está a caballo de los dos últimos puntos de vista básicos ― de ahí la vaguedad de estados “capitalistas fantasmas” o “transicionales”.
(2) Más específicamente, la posición de los miembros franceses del CI padece de la debilidad central de que la Revolución Cubana es para ellos análoga a la experiencia dé España en los años 30 en la cual las fuerzas estalinistas apuntalaron al “gobierno leal” ―un régimen capitalista sin substancia― frente a una revolución proletaria en auge y aplastaron esta revolución por medio de la represión y el terror. Esta analogía no es simplemente defectuosa ―resalta exactamente lo que no es común a España y Cuba― ¡una verdadera revolución obrera!
Aún más, los camaradas franceses niegan a lo largo y a lo ancho el significado y la aplicabilidad de todos los elementos de la situación cubana que pudieran haber conducido a una ruptura fundamental y decisiva con el capitalismo nativo y mundial. Pero la profundidad y el alcance de estas negaciones son demasiado grandes. La Revolución China, verdaderamente análoga a la cubana, entra también dentro de esta negación. Así esta interpretación abarca demasiado; esto es, no refleja adecuadamente la verdadera estructura de la realidad.
La expresión “asimilación estructural” y las nebulosas pero “mágicas” cualidades que se le atribuyen por algunos trotskistas no tienen nada que ver con la discusión sobre Cuba. La expresión fue, para el movimiento trotskista, una manera de convencerse a sí mismo de que, después de la victoria del ejército soviético en Europa Oriental, el Kremlin en ciertos casos fue en verdad lo suficientemente contrario al capitalismo como para consolidar su poder económico y estatal en la estela de su conquista militar. Lo que estamos discutiendo ahora es la creación de aquellos estados que han aparecido esencialmente con independencia de la influencia inmediata o directa de la Unión Soviética.
(3) Toda la estructura del punto de vista teórico de los miembros franceses del CI proviene de la premisa inicial, que se considera axiomática, de que cualquier tipo de estado obrero debe originarse en una revolución obrera.
De ahí que (a) la naturaleza de clase del estado que surgió de la Revolución Cubana no viene determinada por sucesos internos ―y lo mismo para China, Yugoslavia, Indochina― ya que evidentemente la clase obrera no estuvo esencialmente envuelta en los procesos revolucionarios domésticos.
Y (b) “la asimilación estructural” es la manera en que les ha sido transmitida a estos estados la cualidad de estado obrero nacida de la única revolución obrera aún en existencia, el Octubre Ruso de hace 45 años.
Y (c) la prueba de que “la asimilación estructural” es el eslabón decisivo en el cambio de carácter de clase de estos nuevos regímenes es el hecho de que se han vuelto en todos los aspectos idénticos en esencia a la Unión Soviética, y por lo tanto deben haber sido “asimilados estructuralmente”.
Y como observación al margen, (d) se dice que hay estados capitalistas (Birmania, Egipto, etc.) que tienen una estructura económica formal casi igual a la de los regímenes anticapitalistas en formación, pero a los que les falta el vital compartir en el “bien original” ruso y por tanto no pueden transcender el capitalismo de estado.
Es triste decir que este ejemplo de puro escolasticismo es el núcleo central de una visión teórica tal. Una manera crítica de exponer su contenido es sugerir que desdé este punto de vista ¡“el carácter de clase de un estado viene dado por su política exterior”!
(4) En la presente discusión hemos propuesto basar nuestra posición sobre nuestro “Resolución preliminar sobre la revolución cubana”, un documento de tres páginas del YSA impreso en Young Socialist Forum No. 15, diciembre de 1961 [ver “La Revolución Cubana” por Shane Mage en la p.18 del presente cuaderno]. La crítica más seria a este documento proviene precisamente de que es excelente en muchos puntos. Tal como se presenta, la resolución sólo tiene sentido en el contexto de que ve a Cuba como un estado obrero deformado; pero sin embargó, esta caracterización no se expresa abiertamente. Con el paso de otro año y medio ¡ya va siendo hora de expresarla! Por ejemplo, todos los defectos y debilidades de la Revolución Cubana tal como se citan en la resolución y todas las medidas y demandas propuestas para combatirlos son consistentes solamente con una visión de Cuba como una variedad de estado obrero deformado. ¡En la Resolución Preliminar no se sugiere en ningún momento que todavía se necesite eliminar el capitalismo de Cuba! (Exceptuando esa consideración básica común a todo el bloque soviético de que una capa dirigente burocrática es en sí misma un reflejo del imperialismo capitalista en el mundo.)
(5) No hay necesidad entre aquellos que defienden el concepto de estado obrero deformado de ser excesivamente modestos en la defensa de esta posición. A veces nos encontramos con que existe la impresión de que esta opinión es quizá la mejor ― pero la mejor de entre muchas malas. Esencialmente esta censura proviene de la circunstancia de que esta teoría explica sucesos profundamente desagradables para los genuinos trotskistas ―direcciones no proletarias y bases en luchas de masas― y parte de estos sentimientos son contagiosas. Pero las insatisfacciones y las ambigüedades se centran en las realidades del intervalo desde la Segunda Guerra Mundial, no en una interpretación teórica y guía para la acción adecuadas ahora. La teoría tiene los necesarios valores de ser sencillahasta el punto en que la realidad permite, de ser capaz de predecir (así el conocer cómo el movimiento debe intervenir en situaciones coloniales para destruir las formaciones militares basadas en los campesinos por un proceso de polarización a través de la actividad de la clase obrera y en oposición directa a ellas, por ejemplo en la sección 13 del documento de la mayoría del SWP “For the Early Reunification of the Fourth International” [“Por la Rápida Reunificación de la Cuarta Internacional”]); y de ser un afilado instrumento para el análisis histórico, por ejemplo cuando reconoce los puntos decisivos en la cronología de la degeneración de la Revolución Rusa, o sea, haciendo hincapié en el punto central al final del año 1923 de quién gobernaba, para qué y cómo.
(6) El mejor y más completo documento de que disponemos que analice la Revolución Cubana como un fenómeno conducente a un estado obrero deformado es el borrador de Wohlforth de julio de 1961, “Cuba y los estados obreros deformados” [ver p. 9 del presente cuaderno].
Este documento se divide en seis secciones:
1. Su método y el nuestro.
2. La evolución de Cuba.
3. Estados obreros y estados obreros deformados.
4. El estado en transición.
5. El papel de la clase obrera.
6. La revolución política.
De los temas tratados en estas secciones, hay dos puntos sobre los cuales se deben tener ciertas reservas. La sección 4, “El estado en transición”, tiene a todo lo largo una cualidad bastante superficial. En ciertos momentos Wohlforth se vio reducido a buscar refugio en una dudosa “dialéctica” para escaparse de ciertas dificultades en sus explicaciones. Estas dificultades habían surgido por no haber prestado suficiente atención a la historia y la naturaleza de los nuevos estados victoriosos, geográficamente separados, que habían triunfado en situaciones de doble poder, o sea, guerras civiles.
En la sección 6, “La revolución política en Cuba” se pide “que nosotros preconicemos una revolución política en Cuba”. Sin embargo, se afirma que es una “revolución política que se podría consumar sin organizar “una insurrección armada”; así, según él, todavía hay esperanza de “una revolución política no violenta”. Especialmente en lo referente a Cuba esta posición táctica embrolla las cosas. Las razones para la adopción de esta posición parecen provenir en gran medida de dudosas definiciones formales que contrastan a Cuba con la Unión Soviética de antes de 1933.
No se debe permitir que esta crítica obscurezca lo que es generalmente correcto y claro en este documento que presenta sistemáticamente el concepto de la Cuba contemporánea como un estado obrero deformado.
(7) La delineación de un enfoque más estudiado dé la revolución política en Cuba y un resumen útil para el conjunto de estas notas se encuentran en la carta del 24 de febrero de 1963 de J. Robertson a D. Martin, en la que se propone formalmente abrir una discusión de toda la tendencia sobre la cuestión de Cuba en preparación para la convención del Partido:
“Como probablemente sabes, mantengo que Cuba es un ‘estado obrero deformado’, que yo expreso más precisamente como ‘un estado obrero de segunda categoría’, o para decirlo más empíricamente, como ‘un estado resultante del mismo tipo de proceso revolucionario que triunfó en Yugoeslavia y China’. Aún más, creo que al programa de la revolución política en Cuba debería dársele una formulación transicional (por ejemplo, ‘Hacer a los ministros del gobierno responsables ante, y revocables por organizaciones democráticas de obreros y campesinos’). No sólo ha nacido el régimen cubano de una revolución como la de China y Yugoeslavia (y diferente de la Rusia de Stalin que fue creada por una contrarrevolución política), sino que además en Cuba la falta de un partido burocrático y de un sistema de gobierno formados previamente, o sea, una práctica estalinista en plena marcha, hizo posible que, el innegable gobierno desde arriba fuera inicialmente más ‘abierto’. Aunque esta ventaja para la intervención proletaria es, o mejor dicho fue, transitoria, no se debe simplemente olvidar sino que se debe poner a prueba mediante la agitación práctica como los trotskistas cubanos del BLA estaban haciendo en su periódico antes de que fuera cerrado.”
(8) Por lo tanto mantengo que la Tendencia Revolucionaria debe adoptar la línea general del punto de vista desarrollado en “Cuba y los estados obreros deformados”.