Las Manifestaciones en Cuba y los diversos riesgos de una restauración capitalista

Por Marcio T., julio de 2021.

Agradecemos a los y las compañeros/as de “Comunistas Cuba” por la traducción al español y la difusión de este texto.

El 11 de julio hubo manifestaciones en varias ciudades cubanas, críticas para el gobierno. Llamaron la atención no tanto por el volumen de personas movilizadas, sino porque se extendieron rápidamente a unas 20 ciudades, incluida La Habana. Los medios burgueses internacionales los celebraron con visible entusiasmo y políticos de Estados Unidos y otros países ya están pidiendo una intervención militar extranjera para derrocar al gobierno cubano, demagógicamente hablando, con eso, de “ayudar” al pueblo cubano. Los sectores de la izquierda socialista, a su vez, se dividieron entre el apoyo acrítico al régimen cubano, denunciando las manifestaciones como una operación contrarrevolucionaria liderada por la CIA, llamando a la represión del gobierno, y una euforia igualmente acrítica, considerando que, porque habían algunas demandas justas y carácter popular, sería necesariamente progresivo y conduciría a resultados positivos. Como es probable que las manifestaciones se repitan pronto, la comprensión de la situación cubana es esencial, sin posiciones automáticas ni binarias.

Ayudar al pueblo cubano comienza por poner fin al bloqueo

Es obvio para cualquiera que esté dispuesto a ver que el bloqueo internacional impuesto por Estados Unidos a Cuba está en la raíz de la mayoría de sus problemas. Esto también es evidente para muchos cubanos, que sienten la escasez de alimentos, medicinas, electricidad y muchos otros artículos básicos, que el país no puede comprar, aunque tiene los recursos (aunque limitados) para hacerlo. 

El bloqueo se agravó mil veces después de la disolución de la URSS, de la que Cuba dependía enormemente para materias primas, maquinaria y productos industrializados. La década de los noventa estuvo marcada por un enorme desmantelamiento de la industria cubana, impedida de operar por falta de energía e insumos, provocando grandes carencias y desabastecimientos para la población. Recién en la década del 2000 la situación de la isla mejoró un poco, con una recuperación parcial a través del incentivo al turismo, la apertura a la operación de algunas empresas extranjeras del sector hotelero y minorista, y el apoyo venezolano, con la venta de petróleo a bajo precio.

Durante los años de Obama, Estados Unidos apostó por un acercamiento diplomático y aflojó algunos aspectos del bloqueo para permitir la inversión estadounidense en la isla, un proyecto gradual de restauración del capitalismo, ganando terreno gradualmente y disputando ideológicamente a la población por ilusiones pro-capitalistas. Esto cambió con la administración Trump, que retomó e intensificó la política de estrangulamiento económico de Cuba, alineándose más de cerca con la ex burguesía cubana, refugiados en Miami, ansiosos por recuperar sus bienes e inversiones perdidos. Con la pandemia, la economía cubana se vio aún más dañada, ya que perdió gran parte del turismo, que era su principal fuente de divisas. Así, en los últimos años, la isla ha vuelto a afrontar una importante escasez de artículos básicos, cortes de luz y cierres de empresas. lo que afectó gravemente el nivel de vida de la población.

Por tanto, cualquier posición mínimamente progresista en relación con Cuba debe necesariamente comenzar por condenar el bloqueo y oponerse a cualquier intento de intervención o injerencia estadounidense en la isla. ¡Es inaceptable la violación de la soberanía cubana por parte de las potencias imperialistas, interesadas en convertir la isla en una semicolonia, para drenar sus recursos naturales y explotar a sus trabajadores!

Pero el bloqueo no es el único problema: no hay socialismo en una isla ni democracia proletaria

Pero quien se detiene ahí deja de lado otro gran problema, que es la existencia de una burocracia parasitaria que controla la política y la economía del país, censurando y reprimiendo las voces disidentes para mantener sus privilegios. La burguesía y el imperialismo fueron expropiados por la Revolución Cubana. Pero no se erigió un régimen de democracia proletaria basado en asambleas y consejos proletarios y campesinos en lugar del estado burgués destruido, como en los primeros años de la Revolución Soviética. En cambio, los comandantes del Ejército Rebelde castrista y la burocracia sindical estalinista tomaron el poder político, incluyendo purgas en sus propias filas, contra sectores más alineados con el radicalismo de las bases. También reprimieron a quienes defendían un régimen de democracia proletaria, como trotskistas y anarquistas, a pesar de su participación en el proceso revolucionario. Con esto surgió un estado obrero burocratizado, que combina el mantenimiento de los logros sociales de la revolución con una gestión dictatorial de la propiedad social por parte de esa burocracia.

Para más detalles sobre el proceso de la Revolución Cubana, recomendamos leer este texto.

Esta gestión burocrática implica la prohibición (o, lo que es lo mismo, infierno burocrático para obtener su legalización) de la formación de organizaciones políticas independientes del Partido Comunista, incluso defendiendo la revolución y el socialismo. También implica la represión de las movilizaciones independientes, incluido el uso de la violencia policial, como suele verse en las manifestaciones a favor de los derechos LGBT, incluso si no tienen una agenda contra la revolución y el socialismo. También involucra el control verticalizado y autoritario de la propiedad social, lo que impide su adecuada gestión, la cual debe ser necesariamente democrática (por parte de los propios trabajadores); de lo contrario, predominan el derroche, los cuellos de botella y la corrupción, por la falta de articulación horizontal entre empresas y noción real de las necesidades de la población.

Temerosa de perder su poder y los privilegios materiales que obtiene a través de él, esta burocracia contribuyó al mantenimiento del aislamiento cubano al no apostar por la senda del internacionalismo revolucionario. Incluso en el breve período de OLAS, cuando el régimen buscó expandirse y apoyar los movimientos guerrilleros, el programa político se limitó a la soberanía nacional, sin romper con las burguesías latinoamericanas. En la década de 1970, ante posibilidades muy reales de nuevas revoluciones sociales en América Latina, como en Chile y Nicaragua, la burocracia cubana actuó para desaconsejar la ruptura con el capitalismo. Su estrategia, por tanto, fue de una América Latina soberana pero capitalista, con gobiernos “progresistas” aliados con Cuba -una utopía, porque no hay soberanía para los países periféricos sin revolución socialista en los centros imperialistas.

Sin duda, el régimen cubano tiene una fuerte tradición de solidaridad internacional, incluso en procesos de aguda lucha de clases, como la liberación nacional de Angola. Pero la solidaridad internacionalista no es lo mismo que el internacionalismo revolucionario, que todo apologista de izquierda del régimen cubano (y de la ex URSS) insiste en ignorar. Aislada nacionalmente, o simplemente contando con los favores de algunos gobiernos burgueses amigos (que, como todo gobierno burgués, sólo “ayuda” a cambio de algo), la Revolución Cubana simplemente no puede sobrevivir.

Esta imposibilidad del “socialismo en un solo país” ha llevado a la burocracia cubana a abrir cada vez más la economía del país a la inversión extranjera, las relaciones de mercado y la expansión de la propiedad privada. De eso se trata la “Tarea Ordenamiento” de Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel. Con eso, la burocracia logra recaudar algunos recursos para darle supervivencia a la experiencia cubana. Pero el precio de esto es la creciente desigualdad social y el desmantelamiento de los logros sociales de la revolución, en forma de acabar o reducir drásticamente los subsidios a las empresas estatales y las familias trabajadoras. Esto también conduce al fortalecimiento de sectores propietarios interesados ​​en la restauración total de las relaciones capitalistas y la reconstrucción de un estado controlado por la burguesía. El propio régimen ha utilizado sus medios oficiales de información, como periódicos y canales de televisión, para atacar abiertamente el ideal igualitario de la Revolución Cubana y abogar por una mayor apertura a las relaciones de mercado y la propiedad privada.

Este proyecto de “reformas” es una bomba de relojería, cuyo resultado vimos en Europa del Este y la URSS a finales del siglo pasado. Sectores de la propia burocracia, deseosos de convertirse en burguesía y así asegurar una mayor estabilidad material e incluso elevar su nivel de vida, se embarcaron en una contrarrevolución con los nuevos dueños surgidos de sus propias “reformas” económicas y fuerzas proimperialistas. También contaron con el apoyo de sectores de masas que rechazaban el socialismo, después de décadas de ignorar que la dictadura estalinista, con sus problemas económicos y falta de libertades, era sinónimo de socialismo. Sectores que se engañaban de que una restauración capitalista mejoraría sus condiciones de vida, deterioradas por el prolongado aislamiento internacional, por la gestión burocrática de la propiedad social, y por las reformas de austeridad de la burocracia, que traerían la democracia.

Próximamente pretendemos escribir un texto más detallado sobre las “reformas” económicas en curso en Cuba, pero recomendamos este live realizado en febrero para más información.

En Cuba, la creciente desigualdad social y la miseria derivada no solo del bloqueo sino también de las recientes “reformas” ya está generando descontento popular. Este descontento se hace aún mayor ante el mantenimiento de los privilegios de la burocracia, que pide sacrificios a la población, pero no los hace por sí sola. Crece también por la falta de participación popular en las decisiones sobre la profundidad y extensión de los sacrificios requeridos y los cambios realizados, presentados por el régimen como la única vía posible.

Por tanto, el fin del bloqueo por sí solo no es suficiente para resolver los problemas de Cuba. Incluso sin el bloqueo, Cuba no podría avanzar hacia el socialismo si estuviera aislada internacionalmente. En cambio, lo que sucedería es lo que sucedió en Europa del Este y otros estados obreros burocratizados a lo largo de la década de 1970 en adelante: una creciente integración en el mercado mundial capitalista, con todas las consecuencias negativas que esto trae, y con el fortalecimiento de las tendencias y fuerzas políticas restauracionistas internas.

No hay otra solución posible que la expansión internacional de la revolución, con la expropiación de la burguesía y el imperialismo en los países vecinos, para que Cuba cuente con una auténtica solidaridad socialista. Por tanto, no hay coherencia en los socialistas que brindan solidaridad con Cuba, sin embargo, en sus respectivos países, dejan la lucha por la revolución a “días festivos” y se subordinan políticamente a sectores “progresistas” de la burguesía y capitalistas “progresistas”. Como sucede hoy en Brasil en relación al apoyo de la izquierda socialista a Lula y al PT, generando ilusiones en la posibilidad de un capitalismo que sea bueno “para todos”.

Además, a pesar de que el futuro de Cuba se resuelve, sobre todo en el ámbito internacional, también es fundamental que el proletariado cubano supere el régimen dictatorial de la burocracia, que sabotea el mantenimiento de los logros sociales de la revolución, apostando por crecientes concesiones a las relaciones capitalistas, en conciliación con los gobiernos burgueses y en el rechazo de las ideas igualitarias del socialismo. Al final, esta burocracia arroja agua al molino de la contrarrevolución, aunque, por el momento, no está directamente involucrada en una restauración del capitalismo. Pero incluso eso no tardará en suceder, ya que sectores de la burocracia se dan cuenta de que ya no pueden mantener sus privilegios con la creciente desintegración económica de Cuba.y se dan cuenta de que tendrán mejor suerte si logran convertirse en propietarios burgueses, como sucedió en Europa del Este y la URSS.

Por lo tanto, defender incondicionalmente a Cuba contra la intervención imperialista, o los intentos de injerencia extranjera, y defender incondicionalmente los logros de la Revolución Cubana contra los intentos de restauración capitalista, no puede confundirse con un alineamiento político con la burocracia cubana. Porque esta burocracia es parte del problema, contribuyendo a su prolongación y agravamiento. Los trabajadores cubanos necesitan tomar el poder en sus manos, eliminando la burocracia y su aparato de control político, el mal llamado Partido Comunista, del estado.

En su lugar, deben construir un régimen de democracia proletaria, con control del Estado a través de órganos de autogestión organizados desde las bases del lugar de trabajo. Este régimen, a diferencia del actual, debe involucrar a toda la clase trabajadora en la gestión de la propiedad social y en la búsqueda de soluciones a los problemas económicos, debe impulsar procesos revolucionarios en otros países (en lugar de alianzas con “burgueses de izquierda”). Dar libertad a la organización y manifestación de los comprometidos con la defensa de los logros sociales de la revolución, quitando los privilegios materiales de la burocracia y restableciendo los ideales y mecanismos del igualitarismo social. Esto es lo que los trotskistas llamamos una “revolución política”.

Las protestas del 11 de julio: ni la contrarrevolución de la CIA ni algo esencialmente progresista

Frente a los ataques explícitos de la burocracia al ideal igualitario de la revolución, denunciado como retrógrado en los periódicos oficiales del régimen, el empeoramiento de las condiciones de vida de la mayoría de la población, no solo por el bloqueo y la pandemia, sino también por reformas y austeridad impuestas por el régimen -y la falta de democracia-, era inevitable que se llevaran a cabo manifestaciones contra el gobierno. Sin embargo, esto no significa que cualquier manifestación contra el régimen burocrático sea progresiva y conduzca a una revolución política.

En los últimos meses se habían producido protestas más pequeñas de forma aislada. Algunos se enfrentaban a medidas de austeridad más draconianas establecidas por la “Tarea Ordenamiento”, como el aumento de los precios de los restaurantes populares, que prácticamente habían hecho inviable su uso por parte de los trabajadores jubilados. Esta y algunas otras medidas se revirtieron tras la presión popular. Este tipo de protesta es innegablemente progresista, ya que se trata de defender los logros sociales de la revolución y las condiciones de vida de la población trabajadora.

Pero también hubo protestas con agendas más difusas, a favor de una democracia abstracta y la libertad de expresión. Estos fueron realizados principalmente por intelectuales y artistas, y no tenían una defensa explícita del socialismo ni de los logros de la revolución. Lo que más llamó la atención recientemente fue el que realizó el “Movimiento San Isidro”, en noviembre de 2020. Este grupo, integrado por artistas, venía utilizando las redes para protestar por la libertad de expresión y denunciando actos de censura que, de hecho, eran injustificadas, ya que implicaba la supresión de opiniones que no eran en absoluto pro-capitalistas o contrarrevolucionarias, simplemente eran independientes del aparato estatal y su propaganda oficial.

En noviembre, un miembro de este movimiento fue detenido ilegalmente y los demás ocuparon un edificio en respuesta, que pronto fue desalojado por la policía, lo que provocó nuevas detenciones. Existen reportes de participación abiertamente pro-Trump en esta ocupación, lo que muestra el peligro de protestas con agendas difusas, que no están claramente delimitadas en relación a la defensa de los logros sociales de la revolución. El día 27, alrededor de 300 personas protestaron frente al Ministerio de Cultura contra la censura y represión del Movimiento San Insidro, y se realizaron protestas menores en otras ciudades, como Santa Clara. Estas protestas del día 27 reunieron a sectores muy heterogéneos, como los defensores de la revolución que no están de acuerdo con la censura, pero también a grupos reaccionarios, proimperialistas y procapitalistas, que utilizan la bandera de la democracia para legitimar un proyecto restauracionista contrarrevolucionario.

En una situación de cerco imperialista y constante amenaza contrarrevolucionaria, las manifestaciones por la “libertad de expresión” y la “democracia” en abstracto, sin dejar clara la defensa de la revolución y sus conquistas sociales, pueden ser fácilmente explotadas por fuerzas reaccionarias interesadas en la restauración capitalista. Una vez más, esto es lo que sucedió en los estados obreros burocratizados de Europa del Este y la URSS en 1989-91, con la contrarrevolución tomando la forma de una reacción democrática, apoyada por una razonable movilización popular por la “democracia”. Por tanto, la defensa de la democracia frente a la dictadura de la burocracia debe estar siempre asociada a la defensa incondicional de los logros sociales de la revolución y de la propiedad social, la firme oposición a cualquier intervención imperialista y también a una posición clara sobre qué tipo de democracia queremos: no la falsa democracia representativa de la burguesía, utilizada para encubrir su dictadura de clase, sino la democracia proletaria, de los trabajadores y campesinos, de sus consejos y comités.

En las protestas del día 11 se mezclaron todos los elementos mencionados: la indignación de los trabajadores por el empeoramiento de sus condiciones de vida, el repudio a la censura y represión indiscriminada, y también el uso demagógico de la defensa de la democracia por parte de sectores contrarrevolucionarios y proimperialistas. Fueron protestas en gran parte espontáneas, convocadas por las redes sociales (que son un elemento muy reciente en Cuba, fruto de una apertura parcial promovida durante el gobierno de Raúl Castro), con composición y agendas heterogéneas y sin un liderazgo político establecido.

El gobierno rápidamente las denunció como protestas proimperialistas y utilizó la represión policial en varias ciudades, incluso arrestando a conocidos militantes socialistas en La Habana (algunos incluso miembros del PC). Sin embargo, diversos informes difundidos por los socialistas cubanos en las redes sociales muestran que las manifestaciones fueron guiadas por demandas de alimentos, medicinas y mejores condiciones de vida, y tuvieron un carácter popular. En La Habana, por ejemplo, la mayoría de los detenidos por la policía son residentes de Centro Habana, un barrio popular donde muchos emigraron de las provincias del interior, huyendo del hambre en la crisis de los años 90. Los sectores comprometidos con la defensa de la revolución estuvieron presentes e incluso fueron reprimidos con prisión (ver nota adjunta de solidaridad con Frank García Hernández y otros activistas socialistas detenidos en La Habana durante la protesta).

En cierto modo, el propio régimen reconoció la legitimidad de estas protestas, ya que Díaz-Canel se dirigió personalmente a San Antonio de los Baños, donde comenzaron las manifestaciones, para dialogar con la población que se encontraba en las calles y tratar de apaciguar los ánimos. ¿Iba el presidente a una manifestación de “mercenarios de la CIA”, como luego acusaron los medios del régimen (cuando quedó claro que el intento de apaciguamiento no funcionó)?

Al mismo tiempo, es fundamental reconocer que las protestas también tuvieron como eje una defensa abstracta de la democracia contra el régimen, y la consigna “SOS Cuba” se difundió rápidamente en las redes, llamando a la injerencia extranjera en la isla, y “Patria y vida” -este último, en referencia al rap homónimo, que denuncia las recientes reformas económicas y pide “libertad, no más doctrinas” y “patria y vida”, en lugar de la consigna nacionalista de la revolución, “Patria o muerte”. Los grupos de derecha, proimperialistas y procapitalistas, ciertamente estuvieron presentes y trataron de disputar la indignación de la población para sus propios fines contrarrevolucionarios, pero las manifestaciones no fueron capturadas por estas fuerzas de manera inmediata y automática.

Dicho esto, la conclusión es que tal espontaneidad y heterogeneidad no permite caracterizar las protestas del 11 como una operación contrarrevolucionaria de la CIA, como quieren el régimen cubano y sus partidarios acríticos en otros países. Al mismo tiempo, el apoyo acrítico que la izquierda socialista ve a estas manifestaciones es oportunista y totalmente reprobable, simplemente porque tienen un carácter popular y unas reivindicaciones progresistas, ignorando los riesgos que plantea la presencia de la derecha. Ante esta heterogeneidad, existe una disputa sobre el significado y contenido de estas protestas o, en términos más generales, el significado y contenido del creciente descontento popular con el régimen y el empeoramiento de las condiciones de vida. El carácter de estas manifestaciones no está definido y dependerá de su desarrollo.

Los marxistas defendemos un movimiento de lucha contra la burocracia que tenga una composición clara, agendas e intereses proletarios frente a las reformas recientes y la dirección del país, delimitándose claramente contra el imperialismo y la restauración del capitalismo. No apoyaremos movimientos “democráticos” que ayuden a la contrarrevolución en Cuba, un caballo de Troya que destruiría muchos logros sociales.

Se echan los dados: contrarrevolución restauracionista versus mantenimiento de los logros sociales y la revolución política

Por ahora, el régimen ha reaccionado con fuerza, habiendo tenido lugar manifestaciones de apoyo mucho mayores el día 12. Sin embargo, hay una derecha muy bien preparada en la isla para disputar este descontento y, al hacerlo, convocar a nuevas protestas, con contenido más definido que los del 11. La propia burocracia, que el día 11 detuvo a activistas socialistas y LGBT, permitió el crecimiento de “ONG” procapitalistas, iglesias evangélicas y grupos de derecha en la isla en los últimos años, que, con gran apoyo mediático que están recibiendo de la prensa burguesa internacional, y ciertamente también apoyo operativo y material de agencias imperialistas como la CIA, se encuentran en una posición favorable para maniobrar los legítimos agravios de la población cubana y utilizarlos para un proceso contrarrevolucionario vestido de aire “democrático”.

La única forma de evitarlo es formar una columna de cuadros socialistas, organizados en un partido independiente de la burocracia, que disputen este legítimo descontento por otro camino, demostrando, desde los lugares de trabajo y barrios populares, que el régimen burocrático no es él legítimo representante de la causa socialista, y sobre todo que la injerencia extranjera y la restauración del capitalismo no son una solución a los problemas que enfrenta el pueblo cubano, al contrario, solo los agravarán enormemente. Una firme oposición al bloqueo, a cualquier injerencia extranjera, y un firme repudio y lucha contra las fuerzas de derecha procapitalistas, pero sin brindar ningún apoyo político a la burocracia que, al desacreditar cada vez más al socialismo, está vertiendo agua en el molino de la contrarrevolución. Mientras las manifestaciones de la oposición sigan siendo heterogéneas y sin una dirección y un programa pro-capitalistas, es deber de los socialistas disputarlas por tal programa.

Desafortunadamente, sin embargo, el escenario más probable es que las fuerzas de derecha logren hegemonizar el descontento popular en el próximo período, convocando y dirigiendo sus propias manifestaciones, con contenido procapitalista y proimperialista, aunque cubiertas con una defensa abstracta de la democracia. En este escenario, aún manteniendo una firme oposición al régimen burocrático, es deber de los verdaderos socialistas cerrar filas contra cualquier intento de contrarrevolución, apoyando cualquier acción burocrática para reprimirlos y organizando sus propias iniciativas en la misma dirección, que puede servir de base en el futuro, para la lucha contra la propia burocracia, en defensa de la revolución y el socialismo.

¡Abajo el criminal bloqueo imperialista a Cuba! ¡Abajo cualquier interferencia extranjera! ¡Defensa incondicional de los logros sociales de la revolución cubana! ¡Expulsión de agencias y fuerzas contrarrevolucionarias activas en las manifestaciones! ¡No a la represión de las voces a favor de la revolución y sus conquistas! ¡Por un partido socialista obrero que luche por la defensa de los logros sociales de la Revolución Cubana y por una democracia proletaria! ¡Abajo la burocracia, viva el socialismo! ¡Por la expansión internacional de la revolución, para que Cuba realmente pueda romper su aislamiento!

ANEXO – Libertad y amnistía para Frank Haernández y otros socialistas detenidos el día 11

Nota del Comité Mario Pedrosa sobre hechos recientes en Cuba

São Paulo, 12 de julio de 2021

Los integrantes del Comité Mário Pedrosa, organizador del Evento Online Trotsky en Permanencia 2021 y del II Encuentro Internacional León Trotsky 2022, salen en público para expresar su solidaridad con los militantes comunistas y revolucionarios que fueron detenidos por el gobierno cubano durante las manifestaciones del 11 de julio de 2021 en Cuba.

Entre los detenidos se encuentra nuestro compañero Frank García Hernández, organizador del I Encuentro Internacional León Trotsky en mayo de 2019 en La Habana, miembro de este Comité Mario Pedrosa, notorio defensor del comunismo en la isla, erudito marxista y miembro del Partido Comunista de Cuba.

La bandera crítica de militantes de izquierda, defensores del comunismo en Cuba y comprometidos en la defensa de la construcción del socialismo y contra los riesgos de la restauración capitalista en la isla, no debe confundirse en modo alguno con consignas reaccionarias, oportunistas y contrarrevolucionarias, como la que pide “patria y vida”.

Estos compañeros cubanos son militantes internacionalistas y tienen como objetivo contribuir a la construcción del socialismo en Cuba. ¡Sus voces deben ser escuchadas por el gobierno cubano, no censuradas!

El Comité Mário Pedrosa pide al gobierno cubano la libertad inmediata de los militantes comunistas detenidos en estas manifestaciones y la apertura de un diálogo con las voces revolucionarias críticas de la izquierda cubana.

Además, el Comité Mário Pedrosa condena con vehemencia el bloqueo económico contra Cuba y su resurgimiento por parte de Estados Unidos, reconociendo la gravedad actual para la salud y las desastrosas consecuencias para la economía cubana como consecuencia de la crisis del Covid-19. El embargo económico y político de Estados Unidos solo agrava la dramática situación que atraviesa el pueblo cubano debido a la pandemia.

¡Este Comité Mário Pedrosa se solidariza incondicionalmente con el pueblo cubano, en la lucha contra el imperialismo y en defensa del comunismo cubano!

¡Por la libertad de pensamiento y crítica!
¡Por la defensa incondicional de Cuba!